LA VENTANA CAMBIANTE
Mágicas formas que se mueven distorsionando el espacio y el tiempo
en un ritmo imperceptible a la vista dentro de una realidad inexistente.
Veo el mundo morir y renacer de sus giros, todo revelado por medio de la
gran ondulación siempre cambiante que se muestra solo a aquellos que
han elegido ver. Mis sentidos se emboban al percibir el cambio y mi alma se
adormece como sedada por una fuerte droga espiritual, mi cuerpo ya no me
responde y mis pensamientos retumban en la cámara donde las figuras
siguen bailando incesantemente. Es una ventana.
Frente a mis ojos ha nacido un nuevo mundo que no logro comprender, con
leyes adversas a la realidad que a la vez son paralelas a esta. Nuevos
entes de extraños cuerpos, bestias que reptan sobre sus espaldas
escamosas ayudándose con sus largos apéndices y vociferando
en lenguas extrañas, recorren un bosque de altos troncos verdes y de
hojas marrones. Un volcán blanco de fondo, cuyo humo rojo cubre los
cielos sin nubes. Los animales que reptan respiran el aire tropical de la
zona a la vez que de sus flancos se libera un olor a carne podrida que
corroe los árboles. Deben medir unos tres metros de largo y uno de
alto. Siento penas por estos brutos repugnantes condenados todos a
desaparecer al siguiente cambio de figuras. Es una realidad, una lluvia de
granizo ardiente cae sobre ellos aplastándolos a primera vista. Los
árboles arden con furia y sus cenizas se mezclan con el oscuro y
siniestro cielo inmutable.
Los animales aplastados se incorporan ya de pie, las heridas no los han
matado, pero si han acomodado sus estructuras de manera que ahora se
yerguen bípedos y hablan una lengua menos gutural. En poco tiempo
forman una pequeña tribu para sobrevivir, se alimentan de sus
contemporáneos no favorecidos por los granizos y a los que dan
pronta caza. Las figuras vuelven a danzar desprendiéndose de esa
irrealidad, apunto esta de morir el nuevo mundo. Pero ¿Qué es
esto? ¿Será posible que me puedan ver? ¿Es que sin
darme cuenta he abierto la ventana y la he cruzado? Se ha aferrado a mi
pierna mientras volvía, sus garras destrozaron mi carne durante el
regreso casi desprendiéndola del hueso. Grite de dolor y maldije mi
osadía por entrar a reinos perdidos a través de esa ventana
de figuras cambiantes.
Desperté de mi sueño, el caleidoscopio de cristal despedazado
en el piso, debo de haberlo tirado mientras dormía al igual que la
botella Quilmes que yace a mis pies. Mi departamento esta oscuro y
desordenado, como siempre iluminado solo por el cartel de neopreno del
restaurante de enfrente. Afuera llueve fuertemente, veo las gotas
suicidándose contra la ventana y algo más. En el cristal se
ve un rostro casi imperceptible que mi experiencia con el caleidoscopio me
permite contemplar. Me están observando esas facciones reptilianas
desde la calle. No. Es un reflejo, el dueño de ese rostro, esta
detrás de mí. |