miraba a la mañana con un peso en el alma... mi perro movía la cola a través del cristal de la puerta de mi cuarto, esperando que saliéramos... me puse cualquier cosa y bajé las escaleras junto a mi perro... abrí la puerta de la casa y salimos... todo era verde, temprano como nada... limpio como el sueño de un ángel... corrimos sin parar hasta llegar a una casa llena de otros perros... nos ladraron sin parar, con sus ojos rojos llenos de algo así como infierno... uno de ellos (era inmenso), saltó por la ventana y nos atacó... hice cuanto estuvo a mis manos y luego volví a casa, junto a mi perro, llenos de sangre y mordiscos en todas partes de mis brazos y del cuerpo de mi perro... mi madre preguntó cosas sin sentido, parecía ladrar como los perros... nada dije y seguí rumbo hacia el día que me esperaba sin una duda entre sus grandes ojos...