La milonga estaba concurrida. Don Juan entro trajeado con sus impecables zapatos de baile, su pañuelo al cuello y su funyi negro. De pronto sonó el tango "Mi noche triste". Juan le apunto a una morocha de hermosas piernas enfundadas en sensuales medias de encaje y penetrantes ojos negros. La invitó a bailar y deslumbraron a la audiencia con su dos por cuatro. Después de despuntar el vicio con cortes y quebradas, Juan la invito a tomar un vino blanco espumante bien frió.
-Permítame decirle señorita, con todo respeto, que nunca tuve una compañera de baile con la que me lleve tan bien. Pareciera que nos conocemos de siempre. Por otro lado sus ojos son lo más subyugantes que he visto en mi vida.
-Es muy galante desde ya... ¿señor?
-Juan, mi nombre es Juan. ¿Y el suyo?
-Solían llamarme Sonia, pero en realidad soy la muerte.
-¡Epa! ¡Que sorpresa! Hasta un travesti llega el máximo de mi capacidad de asombro... pero... ¿la muerte?
-Así es señor, y vengo con una misión. El primer hombre que descubra la magia de mis ojos esta noche, deberá dormir conmigo eternamente.
-¡Que prometedora que suena esta relación señorita! Sus hermosas piernas y su increíble mirada son el marco de una belleza general que deslumbran.
-¡A todas le dirá lo mismo pícaro!
-Ni todas juntas logran igualar su belleza permítame decirle.
-Ya somos adultos. Permítame decirle a usted, que en cuanto se acueste conmigo será para toda la eternidad.
-Entoses hagámoslo de parados, todavía tengo algunos asuntos pendientes que resolver.
-Usted ya descubrió la magia de mis ojos, ya es tarde.
-¿Y si le toco un poco las tetas y nos hacemos unos mimos en el reservado?
-No insista, usted ya es mío.
-Bue... no es una mala forma de partir después de todo. Vale la pena naufragar entre sus hermosas piernas.
-Por favor Juan, no me lo haga difícil. Estoy empezando a simpatizar con usted. Soy yo la que hago sufrir a los demás.
-Escúcheme morocha hermosa, permítame besarla por favor. Don Juan la beso apasionadamente. Esa noche hicieron el amor de una forma fogosa. La muerte supo lo que era el amor, la esencia de su antitesis. Supo de alguien que la recibió sin temor. Que la vio con otros ojos, la sedujo, la aceptó y la amó.
-¿Será que podré fumarme un cigarro antes de partir Sonia?
-Fuiste seductor, galante y amoroso. Es tu último deseo, no te lo puedo negar Juan.
-¡Uy! ¡Se me termino el atado! Voy hasta el quiosco. ¿Te Traigo algo?
-Traete a vos. No tardes porque ya te extraño.
Juan jamás volvió. Sonia sufrió su desengaño. Lo llamo varias veces por teléfono y escucho todo tipo de excusas. Que en realidad estaba casado pero se separaba en cualquier momento para irse con ella. Que estaba confundido. Que era una buena mina y se merecía algo mejor. Que no se podían ver porque un amigo estaba en problemas y bajo esas circunstancias nunca se lo deja solo. Que no sos vos, soy yo el que no ando con muchas ganas de andar muriendo ultimamente. Que hoy jugaba Boca y mejor se veían mañana y así, todo tipo de pretextos. La muerte nunca pudo olvidar la noche en la que se sintió viva y fue seducida por un simple mortal, un Don Juan. Pobre de los hombres que fueron seducidos por Sonia después de Juan. Nada peor que una dama despechada cuya frase de cabecera paso a ser… Los hombres son todos iguales.