Diciembre 2010. El amor no existe…
Baila el viento un vals con la hojarasca, ahora que los arboles se quedan desnudos, como sin vida, recuerdo el movimiento de las olas en sus copas.
De la memoria extraigo mi amante mar y encuentro ahí el repetitivo eco horizontal de sus orillas.
Cierro los ojos e imagino su grandeza, el resplandor gris y la espuma en un insaciable debate, y al abrirlos, miro la hermosa danza de los arboles, el parpadeo oro y sepia.
El flujo y reflujo de la muerte y la vida, el sufrimiento y el consuelo, el poder y la clemencia, el tiempo y la eternidad…
Así como la vertiginosa agua del torrente no vuelve atrás, ni se detiene jamás, porque las que vienen atrás incitan a las que van delante, así también la cadena de acontecimientos, observa la rotación perpetua del destino, cuya primera ley es mantenerse fiel a sus resoluciones.
Ahora con el paso del tiempo y el paso de los años, en equilibrio y sin la hipocresía recurrente del querer quedar bien, o en seguir las normas sociales, sin los oscuros tapujos del miedo o las afiladas púas del prejuicio, mi ser, tiende a confiar en la entrega, en el cariño, y el bien estar que me provoca, se convierte en fortaleza.
Porque encuentro que la confusión tiene sus raíces en el auto castigo, en una enigmática necesidad de lastimarnos.
Ordinario y recurrente el dolor nos hace sentir con vida, sólo que rechaza considerar que el placer, sea únicamente la felicidad del estrés, que después busca alivio en una copa, cigarros, pastillas, drogas, piercing, un látigo imaginario…o en un amor torcido.
No puedo permitir que la entrega, el cariño y mi equilibrio emocional se derrumben, cuando veo como se deshacen mis expectativas.
Exigente como idiotamente aprendí a ser, no quiero ver que la existencia tiene que ver más conmigo misma y mucho menos con la vida de quien nos rodea.
Dejar atrás una vida insignificante, apagada, triste y oscura, es salir de una existencia opaca, es sobre todo alimentar las carencias emocionales con caricias y abrazos, palabras dulces, como las que recibíamos en el tibio seno materno, el amor no existe, existen sólo los actos de amor.
Identificando la fuente de dolor y actuando sobre ella, así, nada se convierte en auto destructiva frustración, respetuosos actos de hipocresía o malestar existencial.
Estoy convencida de que no existen seres fracasados si cuentan con amistades.
Y que sólo una mujer extraordinaria puede devolverle la belleza del ángel de la niñez a la humanidad.
No soy una persona fácil, aunque a veces se me suele asociar con quienes si lo son.
Habitante común y corriente, como cualquiera, paseo mis penas y culpas cuidando siempre que no abonen más el ambiente enrarecido, alejándome siempre de los sitios donde la perra maldad hace de las suyas.
No pretendo molestar al mundo, es más, ni siquiera llevarle la contraria.
Sólo soy una mujer ordinaria, con deudas, amores perdidos, ropa por planchar, que también sabe que la magia de la literatura nos salva del basurero donde se anuncian a los cuatro vientos, los evangelios del consumo.
Lastimosos apostolados del consumismo voraz que generan la degradación, la drogadicción, y la prostitución.
Sin ser una persona dura, aunque tampoco me considero una nena delicada, me dan nauseas observar los crueles y sangrientas ejecuciones de civiles, sobre todo de niños y adolescentes en nombre del conflicto bélico, sin descartar los estúpidos daños colaterales que suman los ¨Ejércitos¨, incluyendo el mexicano en su guerra perdida contra el narco trafico.
Mientras los políticos sigan predicando sus mentiras superfluas, los sacerdotes enseñando que la vida esta en otra parte, y los educadores imponiendo su lastimosa injuria pedagógica, los latigazos del ultraje terminaran por hacer creer que la felicidad esta ligada íntimamente a la depredación consumista y por lo mismo, a la normalidad de las guerras, con sus intereses, xenofobias y materias primas involucradas.
No pretendo molestar al mundo, es más, ni siquiera llevarle la contraria, sólo sucede que después de haber sobrevivido a sus agravios y seducciones, ahora sé que detrás de esa apariencia cómoda, consoladora, crediticia y casi maternal, que nos venden caro la modernidad, se esconde un asesino que ya hace tiempo dejo de ser silencioso, para pasar a ser insolente, irrespetuoso, egoísta, cruel, que, además, no hastiado de tanta sangre que consume, sonríe como un santo y en la primera oportunidad es capaz de inventarse pesadillas, para luego, hacerlas realidad…por no decir que sacrifica a quienes componemos la sociedad, justificándose en sus avaricias económicas, para así garantizarse una vejez de poderío y pedofilia.
No soy una escritora difícil, aunque a veces se me suele asociar con textos que si lo son.
Tengo en la mano una taza de café, el ambiente se encuentra aderezado con el delicado influjo de esa refinada estridencia del terso silencio del agua nieve.
Armonía que revela el mutismo luminiscente de esa sinfonía en blanco, que a lo largo de mi existencia invariablemente me transporta a mis sueños, convirtiéndolos en tibio invierno para beberlos lentamente, embriagándome de luz y volver al éxtasis del amor primero y recuperar el paraíso perdido, porque sé que el oficio de la nieve arder: Agua nieve, Agua ardiente.
Delicado abrigo de calor, noche buena en el invierno, paseo alegre dentro de mi casa rodante, la bondad de la narrativa se convierte en el único pasaporte para sobrevivir.
Pasando las hojas en las horas, dejando atrás las letras para que los ojos descansen en el espíritu de la palabra escrita, donde los argumentos se vuelven palabras dulces: Sentada junto a la ventana, buscando purificar los sentimientos de inocencia y sencillez que busco con pasión, y creo risueña que podría sentirme en paz en este mundo.
Enlisto, recordándoles a quienes padecen de amnesia, que falsear, deformar, desvirtuar, es una arma de uso habitual, simular a sentir una cosa, pensar otra y decir una más, que nada tiene que ver con las anteriores.
Como quienes llaman prudencia a su miedo.
Como quienes callan cuando debían hablar.
Como quienes creen que es mejor la servil conducta de obedecer, antes que reflexionar en la orden.
Como quienes domestican su obediencia mientras satanizan la rebeldía.
Como quienes exigen que respeten su ignorancia.
Como quienes se arropan en la indigencia, porque tienen frio en la dignidad.
Como quienes establecen la miseria y luego reparten los panes.
Como quienes disminuyen a los otros para verse más altos.
Como quienes mienten con el convencimiento de la verdad para establecer una mentira publica.
Como quienes fabrican abrigos y necesitan el invierno para poder vender.
Como quienes fabrican armas y hacen la guerra para tener mercado.
Como quienes inventan necesidades para alcanzar el éxito.
Como quienes construyen y destruye para obtener ganancias.
Como quienes hablan con idiotas para sentirse inteligente.
Como quienes confunden el sexo con el corazón.
Como quienes hacen soportable su infierno.
Como quienes son felices haciendo infelices a quienes les rodean.
Como quienes prometen sabiendo que no cumplirán.
Como los policías y soldados que avivan las pasiones para alimentarse de ellas.
Como quienes…
El lenguaje ha sido corrompido, prostituido, para que las mentiras suenen como verdades y así, una no tenga la capacidad de comprender la realidad.
No teniendo nada valioso que decir, perdido ya el espíritu de la nobleza a causa de su sacrificio por lo materia medido en ganancias y pérdidas, la cascara de la verdad, la encubre con su brillo en la premeditada mentira.
Llegan a mi mente las palabras: Sólo se desesperanzan las esperanzadas, sólo se desilusionan las ilusionadas.
Documentar los ánimos en estas condiciones sociales, donde no se sabe en que parte se encuentra la verdad que resume del albañal de mentiras, puede ser sólo algo favorable al mantenimiento de la confusión.
A la enorme, desconcertante, degradante y obtusa confusión.
Hace tiempo, solía repetirme: Soy libre, si, sólo que únicamente cuando puedo mostrar mis debilidades sin que las utilicen para darme en la cabeza con un hacha.
Ahora que los esfuerzos se encuentran en el punto de seguir así o cambiar, de continuar en el laberinto de lo perjudicial o abordar la existencia como una oportunidad favorable, la palabra crisis significa cambio, debo tomar la invitación a la verdad, a la vez que me armo de valor y nobleza.
Es evidente, las cosas están mal, tus cosas, mis cosas, las cosas de todos.
La clase empresarial, la creyente, la política, la magisterial, la clase amaestrada por la anterior, la primera clase, la clase sin clase. ¡Todos!
Y no es necesario asomar los cuernos por la ventana, echar una mirada alrededor para que el desconcierto existencial de la realidad se estrelle contra nosotros.
Sola, desinflada, cojeando, insistente, avanza con sus lodosas ruedas de dramas.
Nos ha alcanzado el cinismo, se nos ha puesto de frente la contingencia y, así, como la realidad en marcha, nos ha rebasado la catástrofe.
¿Cómo estaremos de los triglicéridos del sedentarismo para que esto nos suceda?
Puentes caídos, calles navegables, carreteras destruidas, vados infranqueables, micro casas, utensilios hechos para desintegrarse, como las piezas de los carros o de los refrigeradores, el pago de la luz y el agua que se multiplican, el salario que no alcanza, las políticas abusivas, funcionarios que no funcionan, servicios que no sirven, engaños educativos, la juventud en baba, los adultos repitiendo sus estupideces, el mundo en una queja estereofónica.
Entre esto y aquello, el desenfado alcohólico, el cumplimiento toxico de los días, la neurosis social buscando y encontrando su fuga.
Abro el periódico, leo los acontecimientos que como un huracán trasquilan la esperanza, desatornillan y arrastra a la corrupción al más jodido.
¿Es esta la aceptación sin restricciones de la podredumbre de nuestra condición humana?
Podría decir que si, aunque digo que no.
Y, aunque algún despistado diga que tampoco es para cortarse las venas.
No debe ser el ser humano, por más que quiera, por más que pueda, ponerse al servicio de la mentira, el auto engaño y la crueldad.
No se si estoy enfadada, dudo entre las dudas, he visto escrito en el viento una alternativa. Las luciérnagas se han arrancado sus alas para viajar en mis zapatos.
Mi piel se ha vuelto resbaladiza, mi mente ha aprendido a esquivarse.
Se rumorea que ha nacido el amor, la libertad de aquellas palabras que no saldrán a la luz brindan por su secreta sinceridad.
La música me besa los labios, inmóvil controlo la efervescencia de mis venas, quiero comprarme el vestido de ese maniquí, justo ese, en esa talla.
Soy un capricho del destino, al releerme descubro que por fin he tocado fondo.
Desde BC, Un cálido abrazo que en este clima, es envidiado, anhelado, buscado, deseado en este rincón existencial. Andrea Guadalupe.
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