Catarino y la guerra cristera
Catarino se enlistó al ejercito, fue el único al que no reclutaron por leva, él, voluntariamente se dio de alta en el ejercito. Extraño para aquella época; tal vez el hambre, la necesidad, pero desde siempre tuvo una vocación de servicio a pesar de su analfabetismo e ignorancia, también fue cierto que era una forma asegurar las tres comidas del día.
A pesar de la dureza de la vida militar: él decía –cala más el hambre— muy pronto se adaptó a la vida castrense y su genotipo de jalisciense: blanco y ojos azules lo hicieron que empatizara con su teniente y fuera de toda su confianza, a tal grado que lo enseñó a leer y escribir, pronto ascendió a sargento y después a subteniente.
También el coronel Guzmán sentía aprecio por él y lo hizo su secretario particular en pocos años llego a tener una posición privilegiada en el regimiento y aunque por aquellos días se vivían tiempos difíciles en el país, Catarino logró salir bien librado de la revolución, además adquirió conocimiento en la parte administrativa y militar de un ejercito, cuestión que lo hizo de gran valía para el general Gorostieta. Cuando llegó a participar en el movimiento cristero –hágase cargo de la división de los Altos -le ordenó Gorostieta- pero Catarino no era tonto y sabía que ese puesto ya estaba ocupado y que: Miguel Hernández y Victoriano Ramírez se habían ganado a ley ese lugar. No podía llegar y nomás con un nombramiento oficial usurpar el lugar que por derecho tenían ese par de heroicos caudillos.
Por eso con la inteligencia y tacto que se requiere en esos casos le contestó al General Gorostieta que llevaría el oficio al general Hernández y al coronel Ramírez, pero que se pondría a sus ordenes, Gorostieta quien ya sentía una gran antipatía sobre todo por Victoriano quien era un líder natural y muy querido por la gente de los Altos, casi le grito: -le estoy dando una orden directa, obedézcala- Catarino se cuadro ante el general, rompió filas y se dispuso a cumplir la orden.
Catarino conocía a Victorino eran vecinos del Rincón de Chávez, y llegaron a compartir sus correrías de niños, sabia del carácter apacible de él, pero también sabia que no soportaba las injusticias, se fue rumiando por todo el camino la forma de enfrentar aquella situación para quedar bien con Dios y con el diablo.
Emilio Hernández Jiménez Diciembre 2010.
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