Desde aquella tarde.
II
Había transcurrido 30 días desde que José comenzó aquella empresa. En donde encontró tantas sorpresas de la raza humana. Desde homosexualidad, promiscuidad, drogadicción y más… Donde lo vulgar es cosa cotidiana. El razonar es cosa extraña. Y los valores morales ficciones.
Oh… José, cuántas veces te quejaste de la vida. Y tú eres un afortunado. Tuviste calor de madre y de padre. Donde tu subconsciente aprendía de ellos. ¡Y el subconsciente de aquellos jóvenes! ¿Dónde aprenderían? ¡De su entorno! ¿Y cómo es su entorno? Sodoma y Gomorra le quedarían pequeñas al entorno de ellos. Individualismo, maldad, hipocresía, resentimiento y frustraciones. Son las características de su perfil psicosocial.
Todos estos vicios conductuales son cotidianos. Pero el colmo de todo esto, es que son aceptado por la gran mayoría cuando de alcanzar algún objetivo. Sin importar cuales allegados sean afectados. Pueden ser amigos, familiares y compañeros. Incluso padres e hijos.
Todo se ha degradado. Sin importar clase social. Puede ser alta o media. Y la humilde ni hablar. Donde sobrevivir es cosa de odiseas.
Lo material ha tomado un sitial preponderante en la psique humana. Donde no tener recurso económicos es un pecado, por ende, será marginado de los demás entes sociales.
Las diferencias sociales en esta media isla son muy marcadas. El rico es muy rico. Y el pobre es muy pobre. Pero lo peor es que no hay una institución fuerte que busque el equilibrio entre ambos. Aunque existen muchas similitudes conductuales entre unos y otros. Ningunos tienen conciencia de su clase.
Los ricos llenos de vicios y manías heredadas por generaciones para satisfacer su ego. Se arrastran como víboras en el más profundo de los fangos al poder de turno. Lleno de putrefacción y desolación. Sin importar cuantos tengan que aniquilar para cuidar sus riquezas.
Crean recepciones económicas para no aumentar sueldos a los infelices. Serviles que tienen que callar por temor al despido. Conducta ésta inculcada desde nuestra creación como nación. Después afianzada en aquellos días oscuros de la dictadura. Donde los hombres desaparecían sin saber. ¡Sabiendo!
Luego surge un idealista. Que había luchado desde el exilio. Conocedor de nuestra costumbre. Intenta corregir todos estos vicios conductuales con el ejemplo. Pero termina como victima de los burócratas producto de aquella dictadura sin ejemplo.
Después, más tarde, aquel grupo de luchadores, que más que luchadores, eran oasis en el desierto. Queriendo regar con su agua las tierras áridas que lo rodeaban. Montañas de arenas calientes. Pobladas por lagartijas y escorpiones. Donde existía un canibalismo social sin precedentes. Sólo por heredar las riquezas que dejó la dictadura.
De esta lucha y con la colaboración de algunos amigos extranjeros surgió el moderador de estos.
Flemático, Calculador y con una capacidad extraordinaria de coordinación y decisión. Pero sobre todo, conocedor de nuestra idiosincrasia. Era un producto surgido de las mismas entrañas de la dictadura.
Coordinó a todos los burócratas que se autoproclamaron herederos de la riqueza de la dictadura. Sólo debían proclamarlo como su líder. Fue el más apoyador de los apoyadores. Permitió que hicieran y deshicieran con la riqueza heredada de la dictadura. Permitió que robaran y mataran. Y, desde luego, que se apropiaran de todo cuanto encontraran a su paso.
Se encargó de estructurar la base de la desorganización y el caos. Pero sobre todo, se encargó de destruir aquellos oasis. Aquellas luces. Aquellas disimilitudes sociales. Por el simple hecho de que ellos no lo quisieron como su líder.
Estos pensamientos confluían por el cerebro de José después de haber llegado a su casa y encontrar una nota de María Del Carmen.
-José… salí para el salón, prepara la cena mi amor…
Esta nota la leyó él, pero no le hizo caso. Tuvo una tarde extraña. Se la había pasado escuchando música con aquellos jóvenes. ¡Y que música!
‘’Me voy para la calle, reza por mi para que mi suerte no me falle”, ‘’Hay papi… sí… chúpame el culo’’. Todas estas canciones se alojaron en la cabeza de José. Latían dentro de él como latía su corazón.
Llegó hastiado, decepcionado. Se sentía frustrado. ¡Cómo se están destruyendo! Se repetía. Un cigarro de vainilla y otro de mariguana. Que Gokú acaba con Magimbú. Qué si compraste la revista suceso donde salió el menor con la cara llena de tiro. Qué si azabache me Grabará…
José detestaba esa revista. Decía que destilaba sangre. Ah… ese camarógrafo… que tiene predilección por los cadáveres. También le producía asco. Las semillas del mal han germinado y se han propagado.
En aquel instante de meditación profunda José es interrumpido por un sonido. La puerta se abre y entra su esposa. Está deslumbrante. Con el pelo suelto hasta los hombros. En el salón hicieron su trabajo. Y con su mirada erótica y su cuerpo escultural de color bronceado despertaría la inspiración hasta del escultor más insensible. ¿Serían las manos de Miguel Ángel, desde el mas allá, que lo realizaría?
María notó que José se encontraba sentado en el mueble con los ojos cerrado. Parecía como si estuviera dormido. Ella, con la ingenuidad que la caracterizaba le preguntó que si había puesto la cena. El abrió los ojos. Se acordó de la nota que encontró en la mesa. Pero al llegar tan contrariado se le olvidó lo que decía la nota y se sentó a coordinar sus ideas.
Ella lo entendió. Siempre lo entendía. Y se puso a hacer cena para ambos.
El la contemplaba desde el mueble. Notaba como ella pelaba los plátanos amarrillos. Los freiría.
¡Cómo has cambiado José desde aquella tarde! No la toca. Siendo ella tan joven y hermosa. La receptividad de ella es como la arena seca. Deseosa de que carga lluvia y adsorber toda el agua. Y, de esta manera, producir nueva vida. Con verdor primaveral. En donde las aves canten y los insectos polinicen las flores. Así son las chicas jóvenes y hermosas.
Ella se puso unas licras blancas para estar más cómoda. Con el único objetivo de… que las herramientas de procreación que tenía se resaltaran más. Y con la blusita corta que se puso, más sexi se ve. Es una conducta instintiva. Es la hembra deseando el macho.
El lo sabía. Cuando María se viste así. Es porque lo desea hasta en lo más profundo de su alma. Las hormonas de ella se expandían en el aíre. Su clítoris se le llenaba de sangre. El podía sentir la excitación de ella.
Se paró del mueble. Mientras él caminaba hacia ella se decía:
-No puedo arrastrarla a éste calabozo en que me encuentro…
La agarró por la cintura. La apretó con sus manos. Mientras ella se dejaba acariciar. Lo deseaba más que él. Su vagina empezó a lubricar desde que él la tocó. Sus pezones estaban erizados. Ella cerraba los ojos mientras José la besaba por el cuello. Sentía el falo de José rozándole los glúteos. Le quitó las licras y al mismo tiempo la sentó en el fregadero. Los pantis hacían el trabajo más fácil. Introdujo su cabeza en el medio de las piernas de ella. Empezó a rozar su lengua por esos bellos púbicos tan tiernos. Y con la ayuda de sus dedos extraer la miel que toman los Dioses.
Los gemidos de María eran intensos. Su respiración era rapidísima. No había diferencia entre el exhalar y el inhalar. Hasta que por fin ella contrajo sus glúteos. Apretó la cabeza de él con sus piernas y liberó una cantidad de energía extraordinaria.
Sandy Valerio. |