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El día que la Fabiola se dio cuenta de que su pololo le había mentido por casi siete meses y que no hacía más de lo que ella veía, se decepcionó de los hombres, no lloró nada, no le quiso dar en el gusto del sufrimiento por un perro desgraciado que le dejo el corazón discapacitado, tampoco le quiso decir nada, se limito a decirle; hasta acá llegamos con esto, y con eso dio por terminada su relación, le conto a sus padres quienes le trataron de hacer entender que debía llorar, que era bueno, que le limpiaba el corazón y que mejor estaba sola.
Pero como no lloró en el corazón le quedo la rabia iracunda que le dejó posterior al engaño, vino a dejar unos lagrimones cuando alguien de buena voluntad recordó que la Fabi tenía un pololo al que le gustaban los Karaokes y que si juntos iban lo pasarían bien, le enviaron un par de invitaciones, solo ahí le vino un dolor que se le tradujo que una par de palabras amargas y dos lagrimas que se secó con rapidez y no lloró más. Un par de semanas después lo vio y hablaron, más bien le habló, le conto de su vida sin ella, de sus penurias, de lo que un cura le dijo, pero nunca le preguntó por ella, ahí mismo se dio cuenta porque no tenía pena, ¿cómo tener pena de perder a un egocéntrico, que poco le importaba lo que pasara en su corazón? , ¿Cómo sentir dolor de sentirse al fin libre?
Después de escucharle hablar de su adolorido corazón quiso ponerse a llorar, a lo que la Fabiola se sintió indignada, una rabia sin límites se le instalo en el alma y exclamo furiosa;
¡Que te has creído de venir a llorar ahora, el que miente y engaña eres tu, hijo de tu tonta madre que no supo criarte como hombre! ¡Una lagrima, idiota, en mi presencia y me voy!
Él se tuvo que aguantar, trago saliva y no supo decir nada más que no fueran suplicas ahogadas para que volvieran a estar juntos.
La Fabiola se puso de pie y dijo con calma; He sido una tonta, mejor me voy.
Pero no te vayas, hablemos- le dijo él -¿Cómo es eso de que has sido una tonta?
Si he sido una tonta.
No, no lo eres…- dijo él nuevamente.
Si, lo soy porque vine a hablar contigo cuando no lo necesito, a darte alas como si las merecieras y sin pensar en vivir mi vida como debería hacerlo.- diciendo esto tomo el bolso y se fue.
Pasaron muchos años y siguió sola, hasta que después ya vieja lo vio nuevamente en la calle.
Fabiola, estás tan diferente.- Dijo el sorprendido
Así es como me ves estoy.- Contesto con la voz gastada
Nunca te pude olvidar, por lo que te hice…
Yo si te olvidé.- contesto ella- y me quedé con la mejor parte.- Agregó sonriente luciendo un blanco vestido.
¿Hace cuanto tomaste los votos?- Interrogo dolido
-Dos años después que terminamos- Contesto la monja Fabiola
- Te fuiste con otro hombre de todas maneras- Agrego desdeñoso
-No, me fui con el único que no me mintió.- Le contestó llena de paz.
La conversación duró poco, alguien le habló a la hermana Fabiola y pronto se reunió con otras personas, unas horas después volvió a la casa, se metió en su celda y lloró como en más de veinte años no lo hacía, luego de eso se puso de pie y dijo para sí misma; “Gracias, menos mal que me quedé contigo, esta es la hora que sigo llorando”.
Volvió a salir, a las ocho tenía misa y luego una once con los niños del hogar, todavía le quedaba vida y no había tiempo para seguir llorando.

Texto agregado el 27-12-2010, y leído por 102 visitantes. (1 voto)


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