Ester preparaba una ensalada gigantesca. Ella sabía que tanto Uno como su amiga comían mucho verde y no tanto rojo. La ensalada tenía apio, lechuga, brócoli y repollo. Uno preparaba a su vez un puré de papas con mantequilla y leche al son de la batidora. Min los miraba ya que no había nada más que hacer a excepción de dirigir la mirada hacia el televisor y vegetar viendo noticias.
Sí, su nombre era Min, un extraño nombre que nadie sabía si era real o ella había decidido cambiar en algún momento de su rápida y loca vida de adolescente. Hija de médico con dinero suficiente como para que pudiera vivir sola, lejos de todos los problemas de "falta de cariño" y "nunca estás en casa". La verdad es que para ella, su familia eran sus amigos, y ahora estaba con ellos.
- Uno, ¿te ayudo con algo? - le dijo Min, al ver que el puré estaba listo sobre la mesa de la cocina.
- Ya, dale, ahora sí - le contestó apuntando el puré con la mano izquierda y unos platos vacíos con la derecha - Reparte el puré y sentados repartimos la ensalada.
- Dale, tengo hambre ya.
- Ahaha, ¿cuándo no? - rió Ester sarcásticamente.
Los tres se rieron porque sabían que era cierto. Min tenía un apetito inigualable. Raras veces Uno le superaba y cuando eso ocurría, era netamente porque a Uno le gustaban más cosas a Min.
Después de un almuerzo que no duró mas de media hora, la sobre mesa fue un ir y venir de recuerdos de la noche anterior la cual no había terminado como muchos querían pero que a pesar de ello fue entretenida. Min era la única que no concordaba con eso.
- Es que me gusta pero es tan fome - Min reclamaba a Ester - La verdad si sabe que me gusta ¿por qué no se las juega más?
- No lo sé, Min - Ester se encogió de hombros - ¿Y por qué no lo entretienes tú?
- Ay, no, que lata tener que hacer weás por mí, sabes que soy re floja.
- Sí, pero el loco igual te gusta, deberías hacer algo por ello también.
- No sé, quizás. Pero creo que me voy a aburrir antes.
- Pobre Des - dijo Uno tomándose un café.
- Nada de pobre, si yo también le gusto, que despierte el fome.
Hubo un silencio producido por una noticia que había ocurrido cerca del barrio, nada inusual, un robo a mano armada en una farmacia del centro.
- En todo caso es raro que te guste un fome, nunca te había pasado - dijo Ester en un momento.
- Sí, hasta a mí me parece raro - contestó aceptándolo Min.
- ¿Salgamos? - preguntó Uno poniéndose una chaqueta que no lavaba hace ya más de 3 meses.
- Por mí, bien, pero te sacas ese sebo de encima - le dijo Ester indicando la chaqueta.
- Dale, bueno... ¿Min?
- Ok, salgamos, quiero un helado de nuevo, pasemos a esa hielatería que se puso cerca de la plaza.
La tarde era más calurosa que la mañana ese día. Salieron y partieron a beber unos helados. Caminaron un par de cuadras y para Min todo se volvió un sueño, cuando al llegar al local, Des conversaba con Roul, el tipo de la tienda donde compró su secador de pelo. |