Los paseos de noche,
bebiendo calles,
arrastrando pasiones destempladas,
entre roces violentos,
sin asco,
el grito iracundo y la ternura fácil,
las tormentas secas,
inundándonos,
haciéndonos permeables al tumulto,
llenos de furia,
provocando la ira de los dioses,
en cada esquina un beso fuerte,
esperando nada de la obscuridad avasallante,
como los malditos predestinados,
en un carruaje de mil colores,
completamente ebrio sosteniéndote a duras penas,
tocando tu cintura inexpugnable,
llena de deseos claustrofóbicos,
… siguiendo un camino explosivo,
y la brújula marcando futuras grescas,
perdiéndonos en la obsesión enfermiza,
mano con mano,
otorgando convulsiones románticas,
con la muerte tejiendo entrañas sobre nuestras cabezas,
mirándote desde las antígonas…
¡Y que se pudran todos!,
por que lo vivimos sin piedad,
… lo hicimos...
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