No era la mejor habitación disponible, pero era la más económica y cerca que pudo encontrar del centro de la ciudad. Estaba somnolienta aún y sentía la hinchazón en los ojos y la boca seca. Trasnochar un domingo no la hacía verse estupenda para un lunes, pero ese toque matutino de resaca era el mejor ingrediente para los chicos que estaban enfermos por ella. Miró el reloj y notó que estaba un tanto atrasada, no obstante la ducha y el desayuno eran obligatorios.

El secador ya no funcionaba hace un par de semanas y necesitaba uno nuevo, así que decidió partir por eso después de la taza de café caliente y tostadas con mermelada de mora que ya parecían un ritual diario más que el propio alimento en sí. Amarró su pelo, tomó su reproductor, colocó los phonos en posición y las zapatillas calzaron al mismo tiempo al pisar el suelo. Dejó las cosas para lavar en la cocina y abrió la puerta: El sol estaba pegando fuerte, pero nada mal.

Trotó un par de cuadras notando que las calles al rato se llenaban de gente yendo y viniendo de un lado a otro, observándolos pensaba que ya estaba en edad de por fin detener su eterno viaje e instalarse en algún lado a trabajar. Sin embargo no tomó mucho el peso de esa cuestión. Pronta a entrar a la tienda donde compraría su secador se encontró con uno de sus amigos con los que anduvo la noche anterior. Cruzaron un par de palabras y ella siguió su camino indicándole que la llamara si había algo para más tarde.

- ¿Necesita algo señorita? - la miró un tipo de lentes y pelo corto con su tarjeta de promotor en el pecho.
- Ehm, sí, ando buscando un secador, barato porfa - intentó leer la tarjeta para saber el nombre pero el tipo dio vuelta muy rápido y le indicó un estante con diferentes marcas y colores - Oh, gracias.
- De nada, si necesitas algo estaré en caja.

La verdad le había gustado, pero la diferencia de edad era algo que siempre la mantenía al margen de su coqueteo y sus sutilezas de mujer que por lo general siempre ganaban. De todas formas sabía que era bella, bella como ella sola.