Las dos


Inseparables, por más de ochenta años. Sentían que sin la otra era muy poco lo que podrían alcanzar. Con sus pequeñas diferencias, tuvieron una vida paralela. Una llevaba anillo de oro, la otro solo una pulsera de plata. Podían acariciar con delicadeza y pasión, sabían de enjugar lágrimas, trabajar sin pausa para alcanzar sus metas.
Alguna que otra vez, una asumió el rol de ambas, nunca faltan esos percances que lo dejan a uno fuera de juego. Lo que siempre primo fue su unión inquebrantable.
Las manos entrelazadas, en su último y eterno abrazo, perfumadas de jazmines, hoy descansan complacidas.

Participante del Reto Cien.