Al fin
Ahí estaba ella parada frente a él, sus ojos se conectaron, vio en su alma todo lo que había buscado. Era ella no cabía duda, el corazón le dio un vuelco y vio todas las cosas que habían vivido juntos incluso, antes de llegar a esta realidad, recordó su eternidad unidos dentro del seno divino y experimentó por un segundo toda la dicha de que habían gozado en el regazo de dios, también percibió su desprendimiento y llegada a la tierra. Las penurias y sufrimientos que ambos habían pasado hasta llegar a ese momento y de alguna manera ella también lo supo.
Se quedaron enlazados, hipnotizados mirándose, a ellos les pareció que habían transcurridos apenas unos segundos, pero en realidad fueron horas de comunicación sin fin y sin palabras. Sintió su corazón palpitar, se llenó de enorme dicha, su nostalgia, sus sentidos se conectaron, sus almas también, al fin y al cabo era una sola. Hasta el momento en que los sentimientos y sensaciones se mesclaron y no supieron de quien era que sensación realmente. Ahí parados frente a frente ridiculizados por el mundo ignorante de su realidad, cayeron en cuenta del mundo donde estaban y entonces salvaron la distancia, y se atrajeron de forma mágica. Se tomaron tiernamente de la mano, como si se hubiesen conocido en esta dimensión de toda la vida, y caminaron hacia un cafecito lleno de parroquianos risueños distraídos por la cotidianeidad de la vida.
Se sentaron y hablaron por horas de sus experiencias terrenales, pero se dijeron más en el silencio que en el limitado código de las palabras, se entendieron perfectamente en el silencio y con la eternidad de su unión. Se dirigieron hacia una precaria y cálida habitación de hostal, deslizándose sobre los sueños perenes de su unión mística.
El sol los acaricio cómplice de aquel milagro. El universo se congratulo de que las cosas volvieran a su sitio, se entregaron con las caricias tan nuevas como el origen del universo y se dijeron palabras calladas que no escucharon, se acariciaron los labio unidos al universo y expandidos en él, su piel se convirtió en las estrellas y su centro en el amor eterno de dios por todo lo que existe. No había manera de huir de su propio destino y se dejaron llevar por la verdad de las verdades.
Durmieron el sueño de la vigilia más intenso y no se perdieron detalle de la obra magna del divino: el uno y el otro. Cuanta intensidad, cuanta brevedad, ese era el génesis, el principio y el fin de todo. Pero la conciencia los sorprendió al darse cuenta que aun necesitaban madurar su existencia para gozar por siempre de aquel objetivo único de todos los seres humanos, y entonces ambos con una nostalgia y tristeza enorme se vieron partir sin decirse adiós, ni dejar huella el uno del otro, sin ningún vinculo, con la seguridad de que al final estarían juntos.
Emilio Hernández Jiménez Invierno 2010 |