A veces te encuentro
caminando por ahí­,
distante, entre la niebla,
con una sonrisa invisible
que solo podemos ver los locos...

Y te vislumbro
con tu cabello al viento,
con tu mirada triste,
con tu vestido de nubes,
jugando sobre todos los techos, con el viento,
con tu tristeza sublime...

... Con tu incalculable belleza...

... Eterna...

Entonces tus ojos se posan en mí
y, de pronto, me salgo
de todas mis realidades,
de todas mis fantasías,
y mi mundo desaparece
y solo quedamos tú y yo...

Entonces el aire frío me envuelve
y siento tus brazos rodeando mi pecho
y tus cabellos blancos caen por mi espalda,
tus ojos plateados miran de frente los míos,
y besas mis mejillas, y luego mis labios...

Y olvido el tiempo y el espacio,
y me siento de nuevo como un niño pequeño,
como cuando jugaba siempre contigo
en el bosque de los mil fulgores...

... Es entonces cuando siento
que no estoy mirando hacia arriba,
y que todo lo que hay en este remedo de mundo
deja, por un instante, de tener importancia...

Es ahí cuando te siento conmigo,
Como una distante epifanía, como un delirio,
como la más fantástica de mis realidades,
como la única realidad que vale la pena...

Porque eres esa chica que enredaba sus cabellos
en mis dedos mientras dormía en su regazo,
esa mujer amante, hermosa y desquiciante,
cuyos dominios están en el verano
de cada fría noche despejada,
que juega en las noches
en sus calles etéreas
y sus andenes imaginarios,
y cuya voz se convierte
en un suave y gélido susurro en mis oidos...

... Es ahi cuando olvido
que estoy mirando hacia arriba...

... Y entonces me dan ganas de escribir para ti
solo para darme cuenta...

... Que ya lo he hecho.