UN ENCUENTRO INESPERADO
¡Su pasaje, señor! —dijo el cobrador del autobús, incómodo. Pero el pasajero que vestía de forma extravagante hizo oídos sordos y se sentó cómodamente. El conductor abandonó su asiento, fue donde el pasajero y con voz ronca le dijo:
__Pasaje, por favor.
Respondió casi aullando el pasajero:
¡Joder! ¿Desde cuándo uno que sale recién de la cárcel paga pasaje?
El conductor insistió en cobrarle, en ese momento, una mujer muy bella se
acercó y pagó el billete.
Xavi le quedó mirando, luego le agradeció movimiento la cabeza.
Durante el trayecto, miles de pensamientos se aglutinaban en su cerebro por entender la generosidad de la mujer. Pensaba que durante su encarcelamiento cada preso era el responsable de su vida y la palabra generosidad no existía en la cárcel. Hasta se podía matar por un pan.
La bondadosa mujer apretó el botón de parada, se puso de pie acercándose a la puerta, Xavi hizo lo mismo y cuando el autobús se detuvo, ambos bajaron. Ella apuró sus pasos y él la siguió. De súbito; se detuvo, él se aturdió, pero cuando estuvo a su lado, dijo:
__Gracias por el encomiable gesto de pagarme el pasaje.
__No es nada.
__¿Es casada?
__Lo soy, y voy a recoger a mi pequeñito del colegio.
__¿Puedo acompañarle?
__Sí.
Caminaron enmudecidos, Xavi interrogándose: ¿Por qué permite que le acompañe? Y no tenía repuesta.
Mireia le miraba de reojo, hasta que no pudo más y preguntó:
__¿Es verdad que estuviste preso?
__Sí, lo estuve y recién he salido. No me pregunte por el delito, porque yo mismo no lo sé.
__No lo haré…mírame bien, ¿de verdad no te acuerda de mí?
__No, lo siento.
__Soy Mireia, la hija de la charcutera que trabajaba en el mercado del Triunfo.
__No me lo puedo creer, tú fuiste mi primera enamorada.
__Así fue, y tu mi primer amor.
Llegaron al colegio, Mireia recogió a su hijo. Xavi le preguntó por el nombre y ella sin titubear le dijo: se llama Xavi.
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