Carloto es un tipo que nunca está de acuerdo con las opiniones de los demás, pero yo no diría que lo es por convicción sino por reacción. Me explico. Si yo opino que la Televisión Digital será un tremendo avance tecnológico, él retruca que su irrupción provocará un retardo para la educación del país. Si argumento que Bolivia necesita mar, él opina que la nación altiplánica sólo progresará cuando la dirija un gobierno no demagógico. Por lo tanto, si le comento que la delincuencia se ha tomado las calles y las casas de los ciudadanos, él aventura que es un problema menor, demasiado ventilado por los medios informativos. Si yo digo negro, él dirá que es blanco, si digo que sí, el dirá que no, y así por el estilo.
Para probar que su juego está basado en una divergencia ciega, sin que medie una argumentación sólida, realicé el siguiente experimento. Comencé la conversación, hablando pestes que la Televisión Digital, argumenté que más que un progreso muy marcado, se producirá una profunda crisis del conocimiento. Pues bien, Carloto se colocó de inmediato en el extremo opuesto, se enardeció, declamando una verdadera apología sobre el adelanto tecnológico, opinando además que después de la invención de la rueda, esto era lo más remarcable en la historia de la humanidad.
Expuse que Bolivia jamás saldría del subdesarrollo y que su demanda marítima es una simple excusa para ocultar la profunda inoperancia de sus gobiernos. Carloto, poco menos que se transformó en un compatriota de Evo Morales, para invocar la solidaridad de los pueblos y la necesidad urgente de otorgarle un corredor soberano a los del Altiplano.
Lo mismo sucedió con el tema de la delincuencia, con el blanco y el negro y con el sí y con el no.
Ya seguro del resbaladizo tinglado argumental de mi amigo, he aprendido a lanzar cualquier diatriba, para escuchar instantáneamente, con esa deliciosa mezcla de orgullo y delectación del que se sabe poseedor de tan valiosa e inmejorable arma, esto es, de poner en boca de este empecinado rival discursivo, mis propias palabras, mis singulares convicciones y mis más alocados argumentos…
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