Soy el sol que no besó el piso, la que hoy saluda a tu sombra en la pared, la que descifra a cada instante como dibujar tu sonrisa de baja resolución, sé que el truco es no pensar la existencia del mañana y del ayer solo resta negarla, más quisiera lavar mis pensamientos y deseos en detergente doble acción y de esa forma tratar de no sentir el dolor que dejó tu huella digital de tu pulgar presionando mi sien.
Sólo esperaba que vendieras la entrada para acceder a tu mundo contiguo, ni siquiera el real y comenzar a patear la calle, afinar el salto a lo infinito, disolver el blanco y negro de los sueños, lamer nuestras miradas al despertar, llenar las pupilas de azul y verde, pero ahora el dolor es sordo y ciego, aunque a gritos se expresa, desearía no llenarme de ti, bajar el blackout en mis días cada vez mas rituales y rociarme de aromas kamikaze, estrellarme frente a una pared de girasoles, no quiero reglas, no quiero máscaras, no quiero reflotar verdades o mentiras, no con esta asquerosa calidad que no poseo y aprender de una vez por todas el susurro cada vez más fuerte del viejo Enri “el mejor maestro es nuestro último error”.
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