Estoy clara que las cosas pasan sin aviso, la vida, la muerte, el amor, los encuentros, la lejanía, la lluvia, la niebla.
Me gusta que no anticipen su llegada, que sólo sucedan y nos enfrenten a nuevas visiones de uno mismo, nos cambia, nos redibuja el presente y hasta el pasado y nos encaraman en el futuro.
Yo creo tener una vida casi acomodada, mi negocio, mi casa, mis amigos de siempre, mi fiel perro, pero algo comienza a germinar en una esquina alejada de mi visión. Un cambio vertiginoso que acumula fuerzas como un tifón y que cuando emana está dispuesto a arrasar con todo.
Y esta vida acomodada se desata y se convierte en un completo desorden en el que no logro distinguir la salida y es que me cuesta entender cómo he llegado hasta aquí y nuevamente renacen las ruinas de mi existir.
Todo, todo lo que tenía aferrado en mis manos se escurre como el agua entre los dedos y desde ahí, desde ese punto muerto debo volver a empezar.
Darme de baja del mundo por un tiempo, vaciar mis bolsillos hasta que salgan motas, atrapar el grito con una mordaza y sostener el llanto en una copa, encajonar lo que me queda y rematarlo al mejor postor, apretar mi pecho desnudo con un asbesto de papel… si… y así con lo puesto echar a andar por el camino del mientras tanto.
Estoy entre la incertidumbre y la convicción, la esperanza y la desazón.
Y no me queda mas remedio que acostumbrarme a la rutina del ambiente, a no saber qué pasará mañana ni en quince minutos y tratar de disfrutar la espera de un nuevo horizonte y pongo mi corazón en una conserva mientras tanto…y todo esto será un tiempo de preparación para recibir y estoy segura lo mejor y es sólo eso… un mientras tanto…
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