Termino mi novela. Una historia sencilla, nada del otro mundo aunque pretendo que la musa que la inspiró si lo sea.
Tal vez sea ella, la chica de los cárpatos, la chica vampira, esa que tiene mi corazón entre sus colmillos, la única que deba leerla.
Se la envio. Formato PDF, primera versión, necesita retoques (tal vez un cambio extremo) pero toda obra, de arte o basura, fue un borrador en sus inicios.
Escrita en español para una chica cuyo apellido apenas es pronunciable, pero es una chica lista y su madre veia telenovelas colombianas mientras planchaba los uniformes de un ejército hambriento. Colombia no solo exporta cocaína, también telenovelas y en el fondo no hay gran diferencia, un ama de casa entrará en extásis al consumir cualquiera de estos dos productos.
- Tienes talento, me dicen sus firmes labios.
No sé si sea cierto. También me ha dicho que me ama y aún sigo esperándola. Los labios de tu diva pueden convertirse en un acto de fé, puedes llegar a creer todo lo que salga expulsado de aquellas carnosas masas.
Efecto Greenpeace. Los compuestos CluoroFluoroCarbonados están destruyendo la capa de ozono. Verdad Irrefutable. Verdad que nunca volvió a pronunciarse desde que las mediciones anuales demuestran que el agujero de ozono se está cerrando ya hace varios años, pronosticando un cierre total en el 2050.
- Tienes talento, me dicen sus firmes labios.
Pienso en agujeros, en el suyo con olor acre, en el de la capa de ozono, en el que se ha formado en mi alma.
- Deberías publicarla, deberías permitir que tus temores se evaporen.
Nunca ha escuchado a Caifanes pero les ha robado una frase. "Donde los sentidos se dislocan, donde los temores se evaporan".
Pienso en algo inconexo, en algo inoportuno. Me cuestiono. ¿Donde termina un homenaje y donde comienza un plagio? Una novela plagada de referencias, por más gráficas que estas sean, puede prestarse a que tus enemigos te destrocen. No todos se salvan. Tarantino lo ha hecho pero yo no me llamo Quentin.
- Es para tí - le digo mientras le entrego un CD.
- ¿Caifanes? - replica al retirar el papel regalo que lo recubre.
- Una banda mexicana, te va a gustar.
Me da un beso. Se dirige a mi biblioteca e introduce el CD en el equipo de sonido. "Matenme porque me muero" rompe el silencio.
La espero sentado en el sofá. Sirve dos copas de Absolut sin preguntar. Sabe que nunca rechazaría un trago de vodka.
- No tenemos mucho tiempo - me dice bebiendose el contenido de un solo trago.
Le quito los jeans y meto mi lengua en su agujero. Sus ojos se dislocan. Sus temores no se evaporan porque está chica no conoce el significado de la palabra temor.
Lo que pudieron haber sido mis hijos terminan sobre su estómago justo al terminar la séptima canción del CD.
- "Debo ir a casa" - me dice mirando el reloj y limpiándose el fluido caliente que reposa sobre su abdomen - "tendré que responder algunas preguntas"
- Tienes talento - le digo mientras me dirijo al baño.
Al regresar la encuentro vestida. La abrazo con fuerza, todavía desnudo, con la intención de retenerla unos cuantos segundos. Me aferro a ella pero cuando abrazas un bloque de hielo tarde o temprano terminarás resbalando hasta caer de cabezas en una piscina vacía.
Me lanza un beso antes de cerrar la puerta. Me sirvo otro vaso y me siento en el sofá. Cierro los ojos y trato de recordar cada movimiento, cada línea de su tatuaje celta, cada gesto de placer, cada gemido.
- Te Iubesc - me dijo mientras se lo clavaba.
Esas palabras no deben decirse cuando te lo están enterrando. Mi chica lo sabe y tras ello hay todo un trasfondo que solo ella conoce.
Enciendo mi computadora y abro el archivo de word que contiene mi novela. Busco la frase "donde los temores se evaporan" y la cambio por algo menos doloroso.
Tomo mi celular. Le envío un mensaje de texto. "Olvidaste tu regalo".
Su réplica es instantanea.
"No lo he olvidado. Tan solo vamos en la canción número 7". |