Siempre con la mirada a lo lejos, como si no esperara nada de lo que pudiera ver en este mundo, pero, no como quien se resigna desesperanzada, sino como quien de aquí nada necesita. Tranquila. Cargando energía de ese mundo solo suyo. Serena. Con su cuerpo acá y su mirada allá. De tanto en tanto, viene y me regala su mirada sumada a una ternura y calidez que son impensables cuando ella no me está mirando.
Ahora sus ojos son como mantas que me abrigan y me contienen. Sus manos y el resto de su cuerpo, complementan el hechizo rodeándome. A mis sentidos no les queda opción... se agudizan para percibirla con la mayor intensidad posible... ¡se esfuerzan tanto! Se ponen en juego, en ese juego que no lo es, en la totalidad de su existencia. Sin embargo, a pesar de su entrega (mi entrega), siempre me parece que no es suficiente, que hay más en ella que quisiera percibir. Recorro sus formas como estudiándolas, tengo la estúpida fantasía de que si nada del objeto sorprende a mis sentidos, podrán percibir mejor al sujeto. Mi estrategia falla. Trato de sentirle el gusto... tal vez concentrando toda mi energía en un solo sentido, pueda percibirla mejor. Pero, vuelve a fallar, sigo necesitando más. ¡Me enojo! Con ella, conmigo, con los sentidos... ya no sé, los límites están difusos (¿ella soy yo? ¿soy sus sentidos? ¿los míos? ¿ella?) La ira me invade y condiciona las formas de mis acciones (pero no los contenidos). Estamos en la furia más feliz, más serena. Sentimos la vitalidad de la muerte. Lo tenemos todo, todo cuando queremos y como queremos, todo rodeándonos y entrelazándose entre nuestros cuerpos... todo que incluye (y acrecienta) el miedo a la nada. La necesidad de percibirla aun más me empuja hacia ella... nos abrazamos, porque queremos y también porque no hay otro lugar en el mundo para nuestros brazos. Me meto dentro de ella sin pensarlo y empiezo a percibirla cada vez más. Entonces me acerco a un nuevo concepto de "todo" que deja al anterior como si hubiera sido "nada". Y envuelve mi ser en una sensación de mediocridad por haber aceptado el anterior concepto. ¡Esto es el todo! Afirmo a la vez que surge otro y sospecho que vendrá un nuevo concepto más propicio. Pero, a pesar de este proceso, y a la vez en consecuencia suya (como algo perpendicular y paralelo a la vez)... la percibo cada vez más... cada vez estoy más dentro de ella... cada vez falta menos y no paro de entrar. Voy conociendo nuevos "todos" y me acerco a la plenitud. Cada vez tengo más miedo al posterior vacío... ¡Tengo miedo! Pero, lejos de hacerme dudar o retroceder, sigo entrando. Ahora me doy cuenta de que esos sentimientos, si bien son todos, no son la plenitud porque les falta lo que les negué para no perderlos... ¡Libertad! Los libero y me siento volar, me siento en el cielo. Yo soy quien los libera y quien se siente libre. Floto. Ya no siento su cuerpo porque tampoco siento el mío. Por un segundo tengo la certeza de la Plenitud. Me siento caer y también disfruto de eso. La desconfianza y el miedo del después, se van desvaneciendo en la caida. Lo que importa es el ahora. Ellos flotan, yo voy cayendo. Mientras me acerco a la tierra, el frío de la cotidianeidad empieza a penetrarme en los huesos. Conocido, dejo que entre. Lo recibo, tengo todo para ofrecerle al frío, a la cotidianeidad, a lo hostil del mundo. Ella a estado dentro de mí, yo dentro de ella. Lo hemos sido todo en un solo ser y sigo viviendo.
Miro sus ojos, de nuevo no están acá. Por eso no me miran. Abrazo el cuerpo... la busco, pero, no la encuentro. Mis ojos abiertos ya no sirven porque no la ven, los cierro.
Con el cuerpo lleno de energía... sólo quiero dormir.