UNA TRISTE REALIDAD
Ahora son las 12:30 de la tarde y la doctora aun no llega, es posible que no logre llegar a tiempo, pero mi sexto sentido advierte la posibilidad de que se manifieste y además de lograr llegar, también pueda salvarme la vida. Bueno, mi tiempo es corto, aun presiento la compañía de mi madre, si, aquella que no valoré y que hoy se encuentra en el cielo. Mi característica de buen hijo estuvo siempre por el suelo, que cruel soy, aunque hablando en términos de pasado y presente concluiría que fui y soy cruel. Son tantas hipótesis que la gente maneja acerca de la muerte de mi madre, pero aun no llegan al verdadero punto. Además ese punto tiene nombres, fue la tristeza, la mentira, el egoísmo, pues ahora estoy arrepentido de haber sido el sujeto que realizara estas acciones. Recuerdo tanto cuando me brindaba tanto cariño y yo solo tendía a negarle el mío, claro, solo por egoísta, porque mi cariño era más grande que mi vida, pero mi orgullo y la timidez era más grande que mi cariño.
Ahora solo me restan 30 minutos de vida, todo ha sido igual a ese día cuando mi madre murió a la 1:00 de la tarde, quien se quedó esperándome, solo para despedirme y estoy casi seguro que de su boca hubiera brotado “te amo hijo, Dios te bendiga”. El tiempo me absorbe poco a poco y la doctora que más amo en mi vida aun no llega, bueno, en estos 15 minutos que me quedan les contaré un poco de mi vida. El ser humano tiende a parecerse a otro ser humano, pero nunca lo consigue, lo digo porque a la edad de 73 años conozco a muchas personas con ánimo y fuerza de vivir, parece chistoso lo que trato de comentar, en mi barrio ay unos de estos, hasta en las mañanas sale a trotar para que sus arrugas no cubran por completo su cuerpo, es aquí donde hago un alto y noto la diferencia. Yo que poseo 70 años, 3 menos que aquel gran atleta de mi cuadra, no soy capaz de salir de mi cuarto y decir aquí estoy, puedo ayudar, finalmente hoy estoy a un paso de la triste pero segura realidad “ la muerte”, aquella a la que todos tememos, bueno, recuerdan lo que les decía al comienzo, que mi querida madre falleció esperando mi despedida y un gran te amo de mi parte, pues ahora es mi turno, me encuentro esperando a mi hija, si, aquella doctora del cual les he venido hablando, es mi orgullo, aunque luego de su adolescencia nunca me ha dicho te amo papá, me restan 15 segundos para la 1:00 de la tarde y les digo que si mi hija la gran doctora hubiera llegado, de mi boca habría brotado “te amo, hija Dios te bendiga”.
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