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El deseo de una diosa cortada de manos hace de su desesperación un sentido de existencia finito. Las escrituras sagradas que nunca se me permitirán hojear yacen ocultas en la mente de otra, de otro, de otros, de otras.

Doncellas bailaban en su inocencia de papel mantequilla. Sí.

En su inocencia pútrida que piden a gritos se les saque de encima, actúa la fuerza del viento que viene y le levantan los vestidos, le descubre los hombros y deja yagas en donde siempre estuvo la mísera soledad.

Las puritanas son los seres más tóxicos que podrás encontrar en este nuevo país.
Por palabras y murallas, son sus murallas y palabras. Perdidas en deseos irracionales parecen velas envueltas en llamaradas bailando sobre Eros, el cual danza sensualmente alrededor mío, un nuevo norte.

La perdición de los más grandes (la mía y la del dios al cual alaba) está en la rutinaria manera en que tomamos nuestros puchos de alta alcurnia. Las decepciones entrecruzadas ponen a mí amado Eros en los altos cargos humanos, posiblemente oníricos, sobre brillantes paredes lisas para que las puritanas recen religiosas en su nombre; Le dejan irremediables malos sabores en su exquisito paladar.

Aburríanse las doncellas de esperar, aquel doncel de sonreír y yo de amarlo como lo amo.

Mi amado Eros baila y baila pretendiendo ser un punto en un plano cartesiano. Baila, sonríe y sigue bailando melodías infortuitas que, de alguna manera dejan al mundo en el lado convexo y a él, solo en la concavidad.

Texto agregado el 07-12-2010, y leído por 73 visitantes. (0 votos)


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