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La amante del presidente



Capitulo I


Eran las siete de la mañana en punto. Alex habia llegado mas temprano de lo que habían acordado la noche anterior. Ella lo había llamado por teléfono para pedirle ayuda en honor a los viejos tiempos. Sabia que podía contar con él desde siempre así que fue el primero en llamar. Le había contado sin mucho preámbulo su secreto...ella era la amante del presidente. Le comentó que desde hacia algunos años se estaba viendo en secreto con él pero hacia unos meses había querido dejarlo y desde ese momento habían comenzado los problemas, estaba muy asustada y necesitaba verlo con urgencia para
entregarle una información que le aseguraría la vida, ella estaba convencida de que estaba en peligro y no quería correr riesgos por eso necesitaba que la prensa publicara su historia si algo llegara a sucederle. Así que Alex le dijo de inmediato para verse al día siguiente a media mañana en los alrededores del parque central. Estaba algo nervioso y eso no era habitual en él, no sabia si aquello que sentía en el pecho era por la inquietud que le había dejado la confesión que le había hecho con su inesperada llamada o las enormes ganas que tenía de verla luego de tanto tiempo, daba igual, luego de pasar toda la noche con la incertidumbre no podía seguir acostado en
la cama ni un minuto mas, así que se afeitó tan rápido como pudo, se vistió a la carrera con lo que tenia a mano y cerrando de un puntapié
la puerta decidió ir a esperarla sentado en uno de los bancos del parque. Hacia tanto tiempo que había perdido el contacto con ella que
pensó que tal vez no la reconocería de inmediato así que trato de imaginársela desde su recuerdo. El sonido de la voz en el auricular
había sonado diferente, esperaba escuchar en ella aquel vacilante timbre de voz que recordaba de antes pero que definitivamente había
cambiado un mundo desde la ultima vez que la había escuchado, aunque sonó muy segura no sabia porque se le había antojado imaginársela como aquella chica flacuchenta y de lentes que había conocido desde la secundaria veinte años atrás. Maya, así la llamaba él, aunque todos
la conocían por su nombre en el salón siempre la llamo así... Maya. Vivían en el mismo barrio a pocas cuadras del colegio y se habían acostumbrado a regresar a casa juntos al terminar las clases, cada
tarde caminaba con ella en silencio y un buen día aun no sabia porque razón le preguntó el nombre, ella se detuvo, volteo la cabeza para
mirarlo y le soltó secamente...Maya.. y punto!. No hablaron una palabra más hasta varios años después cuando estaban en la
universidad, Alex la había invitado a una fiesta en casa de unos amigos y ella se había negado diciendo que trabajaba esa noche y no
podría acompañarlo, al parecer notó lo que había hecho en su estado de animo la negativa así que termino invitándolo a ir a verla bailar en el bar donde trabajaba de stripper. Luego de esa noche al verla bailar desnuda algo había cambiado en él y nunca mas fueron los mismos, él la había dejado de ver como la chica de la universidad y a
ella no le molesto en lo absoluto... El parque estaba abarrotado de gente con prisa que iban y venían de todos lados, le dolía la vista de buscarla en cada rostro desconocido que se acercaban al banco por la acera, sentido un poco de hambre y
recordó que había salido de casa sin desayunar, miró la cafetería cruzando la calle pero desistió ir a tomar un café y comer un panecillo por el temor de abandonar la espera y perderla de nuevo en
el tiempo. Se había distraído viendo el ir y venir de los autos a ambos lados de la avenida principal cuando repentinamente escuchó su
nombre... era Maya, quedó estupefacto cuando la vio. Había cambiado tanto que le costó reconocer en aquel bello rostro la chica casi fea
de la escuela, su cuerpo tenia una sensualidad impresa en cada curva que le hizo sentir un poco de vergüenza porque no dejaba de mirarla...
ya no usaba los feos lentes tapándole aquellos grandes ojazos que si eran los mismos de siempre y su pelo era la de una chica de comercial
de shampo cayéndole en cascada sobre los hombros hasta la mitad de la espalda.... Ella repitió su nombre sacándole un... hola... automático. La saludo con un beso en la mejilla mientras la invitaba a tomar asiento en el banco y sentándose a su lado le dijo; -aquí
estamos. Alex notó de inmediato que ella estaba nerviosa, como a la expectativa, era como si alguien o la estuviera siguiendo. Bajo
la cabeza y sin decir palabra echo un vistazo al sobre marrón que inquieto daba vueltas en sus manos... Maya miró alrededor, puso
el sobre en sus piernas e incorporándose le dio un beso, con el dedo índice tapó sus labios y dijo... Cuídate mucho Alex... y así como había llegado se marchó. Quedó tan desconcertado que no atino
ni a pararse del banco para despedirla, la siguió con la vista mientras se alejaba por la acera haciéndola resaltar aquella cabellera
al viento entre los demás transeúntes, aun podía sentir la presión de su dedo en su boca mientras desaparecía dentro de un Mercedes negro de
vidrios oscuros que se detuvo a recogerla y acelerando se perdió en el trafico de la mañana. Estuvo sentado más de una hora en aquel banco
del parque dándole vueltas al sobre misterioso, sentía que la curiosidad lo devoraba, pensó en abrirlo allí mismo pero contuvo ese
deseo suyo de escudriñar todo sin demora e inmediatamente lo guardo debajo del suéter. Vivía a pocas cuadras de la plaza así que opto por
hacer el trayecto a pie. Mientras caminaba a casa las palabras de Maya le sonaban en los oídos una y otra vez... Cuídate mucho Alex, cuídate
mucho Alex... de qué debía tener cuidado?!, en que problemas se metería esta vez por Maya?! Estaba tan distraído por el fugaz encuentro que estaba cruzando la avenida sin darse cuenta y el sonido
de la corneta de un auto que paso rosando su cuerpo lo devolvió a la realidad, debía asegurarse de que no lo seguían luego de verla y eso
lo había aprendido muy bien en los años de trabajo para el periódico. Se encaminó hacia la entrada del metro que por la hora estaba que era un mar de gente caminando a toda prisa, de cuando en
cuando devolvía la vista para buscar en la muchedumbre algún sospechoso que pudiera estar siguiéndolo y en efecto... allí estaban
dos sujetos pisándole la sombra, apuro un poco el paso para ver si era producto de su paranoia de que siempre lo estaban siguiendo a todas
partes pero esta vez los dos hombres lo imitaron, así que comenzó a correr escaleras abajo hacia los andenes del tren subterráneo, cruzó
la esquina norte de la estación y se cubrió con la capucha del suéter perdiéndose en el rio de gente caminando a toda prisa, sin
darse cuenta ya estaba en el interior del vagón del tren, las puertas se cerraron en sus narices alcanzando a ver a través del vidrio a sus
dos perseguidores que lo buscaban entre la gente que habían quedado atrás en el anden, ocultó el rostro hacia el otro lado del vagón y
apretó con la mano el sobre contra el pecho, estaba a salvo con él...por ahora.
Dio vueltas todo el día por la ciudad hasta que oscureció, estaba cansado y hambriento y no pensaba en otra cosa que en regresar a casa.
Había tenido todo el día el recuerdo de Maya dándole vueltas en la cabeza, había pasado tanto tiempo desde la ultima vez que se habían
visto... tenía que reconocer que ya no eran los mismos chicos de antes pero ella había emergido bella cual mariposa surge del capullo
de la oruga y él seguía siendo el tipo normal, común y corriente de siempre. Recordó las muchas noches que había visto bailar a Maya en
aquel bar de mala muerte en el centro de la capital, maya tenía desde aquel entonces sus encantos y ese don de sacarle a los hombres los
bajos instintos con su sensualidad al bailar. Había ido muchas veces a verla bailar ahí, con el dolor de ver como se sumergía en un mundo que se la estaba tragando como a todo aquel que se acerca a buscar en los bajos placeres el camino a la cima. Recordó que ella había abandonado ese mismo año los estudios en la secundaria para poder
dormir en las mañanas luego de las noches de baile, alcohol y sexo. Él regresaba alguna que otra noche cuando escapaba de juerga con los
amigos a buscar chicas y diversión en aquel tétrico bar. Todos se divertían bailando mientras Alex desde su apartado asiento disfrutaba
de Maya que noche a noche se entregaba al tubo y las luces de neón
sobre la barra como una diosa. Una noche Maya estuvo como nunca, hizo su número como poseída, estaba bañada de colores extraños y tenia
sus ojos clavados en los suyos mientras movía su cuerpo sudado sobre él repasando con sus manos cada rincón de su cuerpo desnudo, al parar
la música ella bajó de la barra, lo agarro de la mano y lo arrastro a un cuartucho en la parte de atrás del deposito, allí entre cajas de botellas le arranco sin piedad al chico que había sido dejándole al
hombre que seria desde ese día, se devoraron sin importarles nada, había fuego en sus cuerpos ardientes, ella jadeaba con fuerza recibiéndolo, vibraba y mordía sus labios... Alex miró sus ojos y en su rostro una lágrima caía manchada de delineador negro mientras ella se desvanecía de placer. Le dio un abrazo que lo sintió tierno y
eterno, arreglo su corta minifalda, le dio un beso, puso su mano en el pecho y arrancó la cadena del cuello y se fue... Alex estaba feliz, la
había tenido para él unos minutos, había probado el fuego de su piel, la miel casi veneno de sus besos pero el precio esa noche fue
alto, Maya se había llevado con ella su corazón y la cadena de oro que le había heredado su abuelo pero no conformes los secuaces del
dueño del local por el servicio gratis de Maya casi le llevan la vida, lo habían sacado a patadas del bar dejándolo tirado casi muerto
a golpes en el callejón. Regresó dos semanas después cuando se había recuperado de la paliza que le habían dado pero ella no
apareció en la barra, ni esa noche ni ninguna otra después de aquella de la golpiza. Le dijo una puta del local que el dueño furioso la había vendido a unos chulos italianos y sabría Dios donde estaría
esa noche Maya...Alex llegó al edificio tarde en la noche, estuvo conversando con el
conserje sin quitar la vista de la entrada, dando tiempo a ver si alguien lo había seguido pero no había nadie en los alrededores. Las
calles estaban vacías así que subió al ascensor y marco su piso. Abrió la puerta del apartamento en el que vivía hacia un año, lo
había rentado luego de separarse definitivamente de su esposa y ella quedarse con el carro y con la casa. Tenía su trabajo en el periódico
y muy pocas cosas, conservaba a duras penas a una señora que le hacia la limpieza una vez a la semana y una cactus como compañía, que de no
ser porque estaba acostumbrado a la sequía de seguro habría muerto hacia tiempo porque era la constante olvidar ponerle agua. se quito el
suéter en la sala y el sobre cayó al suelo. Doblo las rodillas para recogerlo y se dio cuenta que alguien había entrado en el apartamento por el desorden que vio a lo lejos en el cuarto. Caminó con cautela,
todo estaba patas arribas, habían buscado en cada rincón dejando un desorden de ropas por todas partes, el colchón estaba volteado a un
costado de la cama con las gavetas tiradas encima en medio de un lío de papeles y recortes de periódicos que conservaba en casa. Pensó
inmediatamente en lo que había dicho Maya y a toda carrera tomo unas camisas del suelo, un pantalón, dos calzoncillos, los metió en el
maletín de tela que usaba para los días de cazar historias fuera de la ciudad, metió dentro el sobre junto con la ropa y salió corriendo por las escaleras, tenía que escapar de allí, ellos habían dado con él así que lo mejor era salirse ahí cuanto antes. Paso por el lado del conserje a toda carrera y le grito desde la puerta -si preguntan
por mi diles...que... morí! y salió corriendo calle abajo. No tenía ningún plan en mente, solo quería alejarse de allí, encontrar un
lugar seguro, sentarse a revisar el sobre y ponerse a trabajar cuanto antes. Caminó de prisa por los oscuros callejones del centro, Vio varios carteles ofreciendo cuartos pero el se fijo en el letrero de un hotelucho dos cuadras mas abajo así que apuro el paso mirando en todas direcciones, nadie lo seguía así que entro directo a la recepción y
pidió un cuarto. El encargado extendió una forma y un lápiz sobre el mesón sin mirarlo
y dijo. -Son cincuenta, Solo acepto efectivo. Y le entregó una llave amarrada de una tablilla de madera con el número trece pintado. Alex
sintió escalofríos pero ya estaba ahí y no era hora de supersticiones así que pago por el cuarto y busco por el oscuro pasillo la puerta con
el número de la tablilla, Abrió la puerta de la habitación y una mezcla de odorantes baratos y cigarrillos le dieron la bienvenida, estuvo a punto de largarse pero estaba tan cansado que pensó podría soportarlo al menos esa noche, lanzó el maletín sobre la cama, reviso el closet y el baño y pasó el cerrojo a la puerta. Se disponía a
sacar las cosas del maletín cuando sonó el teléfono... fin del primer capitulo

Texto agregado el 06-12-2010, y leído por 104 visitantes. (2 votos)


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