Tenemos dos voces.
Tenemos dos voces: la de adentro y la de afuera. La de adentro es la voz callada; esa que cuando uno grita despacio por dentro, se pone colorado por fuera, y cuando uno grita fuerte por dentro, salen lágrimas por fuera. La otra voz es de afuera porque todos los demás la escuchan.
Lo descubrí hoy, cuando la profesora me dijo que bajara la voz. La bajé pero me volvió a retar. Entonces entendí que me había equivocado y que había bajado la voz callada y que la profesora se refería a la otra, a la que suena con la boca abierta. Así que le pedí que la próxima vez fuera más específica.
Cuando llegué a mi casa hice otro descubrimiento: la voz de afuera se cansa, por eso cuando dormimos cerramos la boca. En cambio, la voz de adentro no se cansa nunca y debemos agradecerle porque nos cuenta cuentos mientras dormimos.
Por ejemplo, anoche me contó que un día estaba yo en el bosque y había una casa que no parecía casa. Era como una caja de cartón bien grande y con portón. Adentro había un toro chiquitito que no podía salir, así que fui a buscar a un amigo con cara de toro para que me ayudara. No sé qué pasó después, porque parece que la voz se aburrió y me empezó a contar otra historia:
Salí de paseo con mi familia. Cuando, en la noche, volvimos a nuestra casa para dormir, nos dimos cuenta de que no habíamos llevado la llave. Entonces a mi mamá que era flaquita como un papel se le ocurrió entrar por debajo de la puerta, como si fuera una carta. Así pudimos entrar a la casa y dormir
Cuando despierto, con la voz de afuera le pregunto a la voz de adentro cómo se sabe tantas historias, pero en vez de responder, me pregunta lo mismo. Entonces le pregunto con la voz de afuera: “¿porqué eres tan floja y no me cuentas las historias completas?”. Pero de nuevo me pregunta lo mismo.
Se me ocurrió que la voz de adentro no podía entender a la voz de afuera porque son de distinta dimensión. Así que escribí las preguntas en un papel y las miré y las leí con la voz de adentro.
Mi voz de adentro me dijo que tenía que pensar para responder y que yo tenía que ayudarle.
Me dijo que le preguntara a la voz de adentro de otras personas, árboles y mascotas.
Así, primero le pregunté a la voz de adentro de la nana, usando el método del papel. Pero no me resultó porque la voz de afuera de la nana quería meterse en la conversación.
Decidí dejarlo para después.
Fui al patio del árbol grande. Llevé el papel para que lo leyera. Mi mamá dice que el tronco tiene nudos, pero yo sé que son ojos y que por ahí el árbol me mira. El problema es que tiene siete ojos y no sé cual es el más importante. Decidí que lo leyera una vez con cada ojo y esperé a ver qué pasaba.
No pasó nada.
Ni siquiera pestañeó.
El pobre está muy viejo y hace tiempo que se le cansó la voz de afuera y no me puede decir lo que dice la voz de adentro.
Mi última oportunidad era mi tortuga de agua de orejas rojas. A través del vidrio del acuario le mostré el papel, pero me acordé que cuando el acuario tiene agua, no se puede mirar para afuera desde adentro. Así que puse el papel en una bolsa y lo metí en el agua para que la voz de adentro de la tortuga lo leyera. Por si las moscas, además de mostrárselo se lo leí con mi voz de afuera para que lo escuchara con sus orejas rojas. Me di cuenta de que la tortuga estaba pensando y me puse a esperar.
No supe qué pasó después porque mi voz de adentro se aburrió y empezó a contarme otra historia.
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