Un hombre extraño se ha sentado en silencio sobre la acera de la calle antigua.
Tras varias lunas, de pronto rompió el silencio críptico con palabras raras de un lenguaje extraño.
Su voz resonó por todo el lugar, hasta las palomas de los dinteles emprendieron vuelo y nunca más se les volvió a ver por allí.
De las siluetas negras que se deslizaban sobre la calle, salían manos blancas haciendo ademanes que terminaban llevándose el pulgar a los labios, al tiempo que murmuraban rezos ininteligibles.
Las palabras del hombre extraño se tornaron luego en cantos sobrenaturales; estridentes vocablos que paralizaron por un instante el lerdo pensamiento de cada alma citadina.
El hombre se marchó después de algunos días ensordecidos, nadie supo el significado de las palabras evocadas por el extraño ser, pero la vida en la calle dos, nunca volvió a ser igual.
Algunos dicen que fue un demonio, otros que fue un mago blanco que llevó agua nueva a las almas de los inquilinos.
Lo que nadie niega, es la extraña lucidez adquirida por los moradores de la calle dos, quienes muy en el fondo, y hasta hoy, guardan secretamente enorme gratitud a quien nunca olvidarán: aquel hombre extraño.