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te escribo para contarte de un hombre que conocí hace unos meses atrás... todo empezó con un gato. recordaba que a muchos escritores les fascinaba la compañía de un gato, quizá más de uno, pero en esencia gatos... salí a la calle por la noche y en uno de los viejos rincones de mi pueblo puse un pescado y mucha leche... busqué un rincón bastante oculto y me senté sobre una piedra, a esperar... no pasó más de unos minutos cuando se aparecieron por diferentes rincones de aquel callejón, una serie de gatos, gatitos y gatos gordos y viejos... todos parecieron no en grupo, no, nada de eso, si no, uno por uno, como si hicieran cola... primero aparecieron los gatos más pequeños, luego, los viejos y gordos, los gatos grandes y al final, pienso esto, aunque no podría jurarlo, las gatas... no había pelea entre ellos, más bien arañazos y maullidos bastante sobrios... luego de varios minutos, me acerqué a ver si algo habría quedado... nada de nada, ni las espinas... ya estaba por irme cuando noté que alguien me seguía. volteé y vi que era uno de los gatos, uno de mediano tamaño y de color gris... se me acercó hasta tocarme los pantalones y ronronear sin parar... le hice cariño y supe que seríamos amigos de aquí en adelante... pensé en ponerle un nombre. le miré a los ojos y este miró los míos... supe que debía llamarse como yo. así que le puse uno de mis tres nombres: Pedro, era macho... lo llevé a casa y pasábamos veladas muy lindas, llenas de calor y amistad... por el día laboraba en el centro comercial, por la tardes venía a almorzar y a dar de comer a Pedro, y por las noches cenaba muy poco, la diferencia se la daba al gato... vivíamos bastante bien y mis escritos mejoraban... noté que mi gato salía a la calle todas las noche y llegaba justo justo cuando desayunaba... por ello le dejaba una ventana abierta por las noche. apenas salía, la cerraba. por las mañanas Pedro arañaba la ventana, despertándome siempre a la misma hora, siempre de madrugada... me levantaba, abría la ventana, dejaba el desayuno a Pedro y luego, salía a la calle a hacer un poco de ejercicios de Yoga... todo estaba en franca armonía hasta que una mañana, el gato no vino... pasaron los días, las semanas y una de las tantas, Pedro volvió, como si nada hubiera pasado... seguimos en la misma armonía hasta que luego de otro lapso de tiempo, Pedro volvió a desaparecer... pero, al cabo del mismo tiempo, volvió... este ciclo se repetía casi siempre en los mismos tiempos... una mañana, mientras realizaba mis ejercicios de Yoga, algo sucedió en mi espalda que no la pude mover... llamaron a la ambulancia y me llevaron de emergencia... "tiene artrosis en la rodilla derecha, una espondilolistesis en la columna y osteoporosis generalizada en la cadera"... le pregunté si había cura. el médico dijo que no. estuve en el hospital por más de tres meses... una vecina se encargaba de limpiar mi casa y de darle de comer a Pedro... luego de terminado mi tratamiento, y sabiendo que me quedaba caminar con silla de ruedas, volví a mi casa... en cuanto a mi trabajo, adelantaron mi jubilación y sabía que podía vivir con lo poco que ganaba, ya que la casa era propia y no tenía más gastos que los de un hombre solo, de vida sedentaria, aburrida, sin más inquietudes que los de escribir... en todo el tiempo que estuve en el hospital, pensaba en el gato... siempre que le preguntaba a la vecina, me decía que siempre iba. no sé por qué, pero sentía que mentía... llegué a casa y parecía que todo seguía igual... allí mis libros, mis fotos familiares, mi guitarra, mi piano, mi computadora y todo lo demás, que no tenía importancia... llegó la noche y no vi a Pedro... pensé en sus ciclos, en su estilo de vida, en la mala fama de ellos y sentí que no volvería a verle... para mi desolación, no le vi y ya habían pasado meses y meses... una noche decidí volver al mismo callejón donde le encontré la primera vez... llegué con ayuda de un muchacho al cual pagué por sus servicios y dejé todo como la primera vez. de esto ya habían pasado varios años. lo mismo, llegaron los gatos, siempre uno por uno, siempre el mismo orden, pero no vi a Pedro... pasaron las horas y el muchacho que me servía me dijo que tenía que dejarme... mientras me dejaba, miraba hacia atrás, a ver si alguno de los gatos me seguía, pero esta vez nada... llegué a casa y no podía escribir nada, así que, esta carta es para contar mi tristeza y mi desolación... dicen que los gatos son egoístas y que se acostumbran mas a la casa que a su amo, no lo sé, pues Pedro ni al amo ni a la casa... fue extraño, pues, aquella noche en que me sentí tan triste de mi soledad, tuve un sueño... en él, Pedro me explicaba el motivo de su desaparición. me despertaba, cogía mi silla y me iba a escribir todo cuanto Pedro me contaba... me dijo cosas muy hermosas, como que el cielo de noche es de todos los seres de Dios, que un maullido no es un quejido sino una alabanza a todos los seres de Dios, dirigida a todas las criaturas vivas, que los hombres olvidan amar, a tener amistad, pues toda cercanía es de Dios y de los seres creados por él... me dijo algo que me maravilló: "mis ojos no son mis ojos, mis dientes tampoco, nada es de mí... todo es del creador, y eso lo olvida el hombre...."... no recuerdo qué mas dijo, pero todo eso lo puse en mi texto... es extraño, pues, cuando me siento a escribir, siento que todos los gatos me estuvieran mirando, observando a ver qué pongo en mis textos... dejo de escribir y veo un brillo en una de las esquinas de mi oscuro cuarto, y por las mañanas, luego de terminar de escribir, siendo el ronronear de Pedro al lado mío, pero, no es nadie, tan solo un sueño, de esos que no saber si aún duermes o no...

Texto agregado el 29-11-2010, y leído por 203 visitantes. (1 voto)


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