Durante el regreso a casa no hago otra cosa más que pensar en ese idilio que sienten mis labios cuando cada tarde ella me envuelve con el calor de su cuerpo…
Su mirada se fija en mi, “hola ¿cómo te va?”, son las palabras que pronuncian mis labios para dar una introducción al beso mojado de cada tarde.
Todo en la calle va muy deprisa, los carros pasan sobre la avenida, y la gente camina por la acera en la que ella y yo nos encontramos.
Sujeto su mano, y rápidamente nos encontramos ella y yo solos y no hacemos más que mirarnos a los ojos , después de que su mente y la mía escapan del mundo terrenal para así encontrar por fin un ideal más que perfecto…
Dejo entones que mi lengua humedezca mis labios y me voy acercando hacia ella.
…
Cuatro labios juntos moviéndose arriba y abajo se humedecen y dos músculos por dentro se entrelazan como las ramas altas de los árboles y comparten como dos niños en un juego de cogidas.
Fracciones de tiempo pasan mientras esto ocurre, son milésimas y segundos en las que como el correr constante de una cascada su saliva y la mía se vuelve como el agua más cristalina.
Entonces durante aquel encuentro solo pienso en volver a empezar aquel beso mojado que llega a sentirse hasta en la última fibra de mi ser.

Aquel juego de niños y ramas entrelazadas dentro de cuatro labios que siguen moviéndose sin descanso termina entonces con tres dulces y fugaces besos sobre sus labios, que marcan el final del beso mojado de la tarde.
Un te amo sale de mi boca y empiezo a extrañar sus besos porque ese que la ama sigue siendo este chico que escribe con el alma y se enamora como un niño…