Cuando escuché que alguien golpeaba a la puerta, me asusté mucho, pensaba que era un sicario enviado para matarme, a causa del tremendo error que cometí que desestabilizó la organización.
Debí haberlo sabido, que gastar tres millones de dólares en comprar drogas, que terminaron siendo de pésima calidad caería mal.
Se enfurecieron, obviamente, me dijeron que tenía tres días para juntarlos, algo que me pareció imposible de lograr. Les dije, les pedí que entendieran, hicieron caso omiso de mis pedidos casi suplicantes.
Me fui, tenía varias cosas importantes, las cuales podía vender. Varios autos de alta gama; una mansión de treinta habitaciones con muchas estatuillas de oro; candelabros decorados con diamantes de los más lujosos y exclusivos.
Un complejo hotelero a las costas del mar, varias cosas más…, que pude obtener con el trabajo arduo en esta hermandad. Matando a personas inocentes por nada, vendiendo droga a jovencitas que se prostituían para poder pagarlas.
Ahora que pienso estas cosas, me da mucho dolor, lástima que haya obtenido tantas cosas. Afortunadamente ya no las tengo.
Vendí todas las cosas a diferentes personas, compañeros que estuvieron dispuestos a ayudarme. Aunque sabía que llegado el momento no dudarían en matarme.
Habiendo vendido todas las cosas, me faltaban unos malditos veinte mil dólares, esperaba que me aceptaran esto, ya que no me faltaba mucho.
Fui, no me aceptaron… el dinero. Insistí, dije que vendí todas mis cosas, mis autos, mis casas, mis trajes, todas mis pertenencias, pero no, no, no aceptaron.
Abatido me retiré, yendo acá, a mi antigua covacha, con esa persona aguardando afuera, y yo acá, viendo qué hacer, si saltar afuera de la ventana y probar suerte, o enfrentarme a los lobos afuera…
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