Quisiera cambiar el mundo; quisiera un día no tener que preocuparme por ser feliz. Quisiera dejar de correr todo el tiempo; quisiera poder creer en los cuentos que escribí.

Quisiera saber donde se esconde la paz. Quisiera entender lo que sucede a mi alrededor y por qué es tan difícil amar. Quisiera que me dejaran llorar.

Quisiera poder levantar mi voz, alzar mi puño y culpar a alguien más. Quisiera ir al parque a jugar con mi perro o a montar bicicleta; quisiera tomar una guitarra y ponerme a cantar bajo la lluvia de mi soledad. Quisiera gritar al viento que soy libre, y que por fin, toda mi tristeza está envuelta en papel periódico y escondida en un cajón.

Quisiera no depender de otros; quisiera creer un poco más en mi mismo; soñar con que soy capaz; que tengo una familia y un pez dorado llamado Simbad.

Quisiera dejar de “tener” y dedicarme más a “ser”. Quisiera caminar a tu lado; quisiera no sufrir más. Quisiera... quisiera que no me hubiera tocado ser Dios