Lo circunstancial de lo cotidiano, es a lo cotidiano de la confusión; tendemos a creer que nunca deambularemos por la cuerda floja de nuestros puentes, aquellas energías suspensas que aparecen y desaparecen en lo crepuscular de nuestras reflexiones, pues cuando comenzamos a apreciarlas las dejamos en ascuas, pues el alba nos ha alcanzado.
Tendemos a construir un candado en lo efímero de la certidumbre, buscas y sugestionas en los otros la idiosincrasia tendenciosa de lo estable, la estabilidad omnipotente de lo existente, recalcitras en la abrumadora madrugada de soliloquios desgarradores con tu soledad.
Conspiramos penitentemente contra lo inverosímil de lo caótico, tergiversaron lo real, nos instaron a amar el silencio, la oscuridad, la paz; nos arrebataron el arte de lo que éramos, ahora nos dejan penitentemente en la alegoría de la agotada vida.
Te propongo algo, coge todas tus revistas, diarios, libros, bolsas, cajas, vestimentas, cadenas, aros, bisuterías, recuerdos, añoranzas, sueños, amores, tus lágrimas derramadas, sus muecas, tus sonrisas, peleas, diplomas, corbatas, trajes, y todo cuanto se te ocurra; recorta en cada una de ellas a tu antojo y construyamos nuestro futuro dadaísta, pues antes de que vengan a buscarnos y nos digan que el juego ha acabado, adelantémonos y fuguémonos fuera de su erial, aquél donde nos abandonaron. |