Una noche cualquiera, bajo una brillante luna cualquiera, en un cielo estrellado no muy diferente de cualquier noche estrellada, Eduardo bebe de a sorbos una fría cerveza Heineken. Esta un poco duro, esta un poco loco, esta un poco triste y un poco abatido, esta también un poco irónico y un poco alegre -tiene una actitud spinoziana, ni reír ni llorar, comprender- esta por ultimo
bastante cansado. Dormir seria un buen premio, aunque dormir liquide el tiempo de la experiencia viva y lo consuma el mundo de los sueños.
Eduardo escucha la calle, se siente apoyado en el ombligo de la noche. No tiene amor ni espanto, de esta manera nada lo una a nadie. No es que Eduardo se sienta ajeno al mundo, todo lo contrario, Eduardo es militante, nada le es ajeno -y agradece a carlitos marx por poder robarle la cita- Mariano Ferreyra le duele en el corazón y su odio contra la sociedad burguesa es genuino y pasional. Pero en esta noche cualquiera, bajo una luna brillante cualquiera, Eduardo esta ganado por el escepticismo, le espanta la condición humana, su propia condición humana. Las miserias de una vida curtida por la resistencia y el boxeo contra la muerte. La libertad tiene el costo del dolor y la soledad, piensa Eduardo. Es un lujo de los que están dispuestos a perder todo. La propiedad y el éxito son la esclavitud de la cultura. Son los senos de latex en la maja desnuda. Labios de botox en Frida Khalo. Es el sueño del burócrata de un estado fuerte. A Eduardo lo alienta el zumbido casi imperceptible del derrumbe, el sutil trabajo del topo.
La pasión es la voluntad optimista, el descreimiento la inteligencia escéptica.
Recuerda a Durruti, hay un mundo nuevo germinando en nuestros corazones.
Eduardo goza sus pensamientos bajo la luz de la noche. |