Búsqueda

El dolor punzante atravesaba las fronteras de su cuerpo. Esa mirada que se apagaba tratando de entender, lo dejaba sin aliento.
Recordó cuánto la esperó, lo feliz que fue al encontrarla ¿Cómo no serlo si la había buscado desde siempre?
Con su frescura le había traído océanos de tiempo y vientos de esperanza a su cansado corazón.
Compartieron todo, tuvieron ese mundo ideal que hasta Platón envidiaría.
- ¿Qué es lo que no entendés?” -le preguntó, y a continuación le dijo- Sólo por lo que me entregás, que no tiene precio, trataré de explicártelo por última vez. Después aunque quiera ya no podré.
- Un alma como la mía lo entendería y vos lo entendés. Solamente querés prolongar la agonía. Descubrí, hace un tiempo que por fin había encontrado lo tan ansiado. La paradoja es que justo cuando la alegría llenó mi ser, por una ironía del destino, empecé a sentirme vacío, desdichado, pero tan feliz. No esperaba el desaliento que me produciría no tener que buscar más. En el fondo te pasó lo mismo, por eso sé que sólo vos me vas a entender. Sabés que para los eternos buscadores no hay nada que frustre tanto como aceptar que ya no tenemos qué buscar.
- ¿Vas entendiendo, verdad? No me quedó más remedio, no pongas cara de espanto.
- Siempre te lo avisé, pero no por eso sufro menos, al fin y al cabo, tu dolor es mi dolor y cuando ya no te tenga podré empezar a buscarte de nuevo.
¿Qué hacer entonces? Mientras ella existiera se sentiría tan pleno, tan feliz, pero sin nada que conseguir, ya lo tendría todo, eso sería fatal para su alma.
Para eso existen las almas gemelas, para buscarse eternamente, encontrarse fugazmente y volverse a buscar.
- Espérame mi vida, mi alma no te dejará, pero dame tiempo. Sabes que el destino de nuevo nos unirá.
Luego de decirle esto, ya casi sin aliento, sacó el puñal de ese pecho tan amado.
Miró cerrar esos ojos que le hacían ver lo bello.
Limpió la sangre tan deseada. Miró su reflejo que era lo que en definitiva buscaba, y lo dejó impecable.
Listo para su próximo encuentro.