Es difícil saber por qué y cuando pasan las cosas.
No digo que todo deba estar planeado, que todo es una suerte de karma o destino que está escrito para todos, y cuyo desenlace, hagamos lo que hagamos, será inevitable en nuestra existencia.
Pero cuando empiezas a aceptar este concepto y situación, se presentan ocasiones en las cuales uno debe poner en duda esta tesis, o bien, en caso de existir, es como si la única dedicación del destino sea burlarse de ti permanentemente.
Es lo que me ocurrió. Puede ser un caso que, para ojos de quienes han tenido experiencias parecidas puedan definirla como una simple situación, o bien, para quienes crean en el destino: Una buena broma de este.
La historia es simple, no hay crímenes, no hay intrigas, simplemente contar que cuando uno ya cree que las cosas deberían estar en su lugar, aparecen ciertos personajes en tu vida que desordenan tu desorden.
Fue el caso de Muñekita, uso este seudónimo para proteger a la inocente protagonista, como también, proteger mi sentido de culpabilidad por contar esta historia.
En fin, Muñekita aparece de la nada, y para revolucionar el fome mundo de las redes sociales, las cuales, aparte de carecer de la gran experiencia de poder conocer a alguien en persona, y de mirarse a los ojos cuando uno realiza el primer contacto, tiene el absurdo concepto de que las personas que agregas en tu mundo virtual son tus “amigos”.
Háganse estas preguntas: De toda la gente que has agregado en tu red social, ¿Con cuántos de ellos realmente conversas?, ¿A cuántas de esas personas realmente les importas? Y finalmente, si solo dejaras a la gente que efectivamente consideras es tu amigo, ¿Cuántos “amigos” quedarían en tu perfil? La respuestas a esas preguntas, si efectivamente uno se las hiciera, serían desalentadoras.
En fin, cierto día de Septiembre se organizó lo que sería un grato asado en casa de un amigo. Entre los invitados fue invitada nuestra protagonista, la cual, me llamó la atención de forma inmediata. Su altura y belleza fue su carta de presentación, su timidez y desplante fue lo que verdaderamente llamó mi atención. La verdad es que no tuve el tiempo o la ocasión para poder cruzar alguna palabra con ella, ese día sin embargo, pude al menos sacarme una foto con ella, y sin más, tuve que retirarme intempestivamente de aquel evento, sin siquiera poder despedirme como corresponde de ella.
Una vez, estando en mi casa y revisando mi web social, empecé a recibir unos obsequios virtuales de Muñekita, los cuales eran enviados sin mensaje alguno… Simplemente eran corazones… corazones virtuales.
Un día, y me armé de valor, y se los agradecí.
Después de aquel acto osado y sin pensar, empezamos a conversar por chat, y con el tiempo pude conocer aquello que pude (o no me atreví) a conversar cuando la tuve frente de mis ojos. Definitivamente creo que la etapa de conocimiento entre ambos ha sido sincera, y me he podido dar cuenta de que a veces las redes sociales, sin ser su objetivo principal, el cual, a mi gusto es “Quien tiene más personas como amigo gana”, sirven para conocer gente pura de corazón, de buenos sentimientos y excelentes personas, y por supuesto, para poder decir cosas que quizás no nos atreveríamos a decirle en su cara por simple timidez o una simple estupidez moral.
Una vez más volvemos al primer punto: Todo está normal, todo está como debiera ser, piensas que el destino te ha olvidado y te ha dejado en paz de una vez por todas para que tu vida siga el curso que le has dado…
Pero no. El destino nunca dejó de jugar contigo… Pero esta vez, vuelve a la carga poniendo en tu camino, gente con la cual no le haces reproches al destino. Gente que te entiende, y más en detalle, entiende tu humor sarcástico y diferente.
Esta vez no reniego del destino, si no que al contrario, esta vez le agradezco por haberla conocido. Tampoco reniego ahora de las redes sociales, porque gracias a ellas, finalmente he conocido a Muñekita.
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