Las lágrimas de mi alma no son más que pequeñas letras; oscura tinta que mancha la pulcra blancura de un papel; desangrándose en él, derramándose sobre su limpieza y manchándola con la sangre que emana de viejas heridas que se niegan a cerrarse, por más que pasen los años, por más vendajes de tiempo que traten de cubrir la hemorragia, el dolor sale a borbotones, y me arranca más lágrimas.
¿Sufro porque vivo aún, o porque agonizo ya? ¿Es este dolor una prueba del destino o un castigo de los cielos? Hace mucho que dejé de entender esta vida, porque hace mucho extravié la cordura en un amor muerto. Sólamente sé que estas lágrimas siguen brotando, empapando el papel de demencia y dolor.
Dios, ¿estás ahí? En tu oficina sólo me responde tu contestadora, y en tu casa me atiende un tipo que dice ser tu mensajero, y que te dará el recado. ¿Hace cuánto estás de vacaciones? ¿O es que simplemente te ocupas en algo más importante, como evitar que el mundo se vaya a la mierda?
La verdad es que mi mundo ya se hunde en mierda. La verdad es que me encuentro llorando, sin razón alguna, más que el simple deseo de desahogarme, de soltar todo. La verdad es que día a día me sangra una herida que no puedo ver y no puedo sanar, desafiando la lógica y la razón; sin saber qué hacer, a dónde correr o a quién acudir por ayuda... la única respuesta que encuentro a mis gritos es el eco, rebotado del vacío que es la multitud. Cuando a mi dolor la gente responde con una risa que más parece una burla que un consuelo... Cuando siento que mi amor revive, para amar una vez más en la demencia de este mundo, para morir de un golpe seco al marchitarse la ilusión...
Recuerdo días más felices, días de amor y de risas... Ahora mi amor es sólo una ilusión, y mis risas no son más que la hipócrita máscara de un punzante dolor en mi pecho, porque sigue estando ahí... La esperanza... La sigo esperando sin esperarla, harto de vivir sin amor y morir cuando queda tanta vida. Harto de no poder amar cuando el amor sobra en mí. Harto de que me mires sin mirarme. Harto de no poder mirarte sin amarte. Harto de estar harto... es difícil despertar...
Dios, ¿aún no llegas? Por favor, háblame al regresar.
Y es que ya comienza a ser demasiado. Demasiado tiempo, demasiada espera, demasiadas lágrimas derramadas.
Tantas veces que decidí matar a mi amor, y finalmente se ha quedado aquí, agonizante, casi hecho un cadáver. Putrefacto, moribundo, casi muerto, lastimero... Quise sumirme al estoicismo, sufrir en mi soledad, vivir en mí mismo, salirme de este mundo tan loco, tan desquiciado, pero principalmente, tan doloroso...
No te enojes más, mamá. Pronto me iré y no tendrás que cocinar ni limpiar más por mí.
Ya no te preocupes, papá. En poco tiempo me largo, y no seré un desperdicio de tu dinero.
Dios, no me has respondido. Sé que estás ahí... espero que me oigas y me respondas pronto, me haces falta...
Aquí estoy... esperándote. ¿No me miras? ¿No ves estas lágrimas, estas que son tantas ya, esas que te gritan en el silencio? ¿No ves estas manos que se extienden hacia ti, suplicando, rogando aunque sea una mirada de amor? ¿No ves estos ojos que no tienen amor ya, más que el cariño con que te miran a ti?
Mírame, por favor... ¡Estoy aquí! ¿No me ves, no me oyes? Te lloro a gritos, suplicando un toque de tu fantasía, un roce de tu amor...
¿No ves...? ¿No ves estas plumas, estas álas de ángel, que ha bajado a llevarnos ya...?
Bowen Alanos |