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Inicio / Cuenteros Locales / EL_RETO_GANADORES / RETO XII PROSA GANADOR: PIELFRIA CON \"ULME\"

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Ulme

No gritó. Ni tampoco ellos emitieron algún ruido que
inquietara a la noche, el bosque continuó palpitando como siempre. Y
aunque hubiese conocido el miedo, no habría podido expresarlo, pues
carecía de voz.

La maleza se abrió y las tres sombras se escurrieron por el claro.
Únicamente la luna alumbró la lujuria en sus ojos. La
habían estado esperando después de contemplarla y admirarla
durante dos noches, al verla danzar en medio del claro alrededor de un
viejo olmo solitario. No soportaron más su belleza, los
enloquecía y decidieron hacer realidad sus deseos y cazarla. Ella
los esperó con la espalda y las palmas de las manos apoyadas en el
tronco del árbol. Los enfrentó con la mirada, pero no fue
necesario.

Antes de que un rugido alterara el silencio, un zumbido cortó el
aire. El cazador más cercano a la mujer se derrumbó con una
saeta asomándole por la boca. El bosque despertó por fin. Un
huracán tamborileó por el claro, acompañado por los alaridos
del guerrero, que se acercaban al segundo cazador. Los cascos del caballo
se alzaron y convirtieron su cabeza en una masa sanguinolenta. El tercero
no logró huir, una hacha se le hundió con un chasquido entre
los omóplatos.

El guerrero descendió de su caballo y contempló a la mujer.
Ahora la veía mejor, ya no era un destello luminoso y quedó
hechizado, como antes les había sucedido a los cazadores. Por
primera vez, su valor legendario se deshizo en latidos ante tanta
hermosura, desde su garganta hasta la zona más profunda de su
vientre.
Su piel dorada; su cuerpo desnudo y perfecto, cuyas curvas en perfecta
armonía conducían a una belleza sublime; sus ojos de color
esmeralda, como el estanque iluminado de una gruta, lo perturbaban y al
mismo tiempo fascinaban.
Él la habló, y ella lo ignoró. Ni siquiera le
agradeció su ayuda con un gesto. Sólo se limitó a
abrazar y bailar alrededor de su olmo.

El guerrero despertó con la luz ya madura. La esperó todas
las noches, pero cada vez que intentaba acercarse y hacerla suya,
despertaba en pleno día. Un atardecer, enfermo de pasión,
lujuria y despecho, taló el olmo con su hacha.
Cuando la mujer descubrió el crimen, le habló por fin. El
guerrero comenzó a sangrar por la boca, los ojos, por todas las
fibras de su cuerpo y su piel se endureció. En breves instantes un
nuevo olmo joven ocupaba el lugar en donde antes se había hallado el
muñón del árbol muerto.

La mujer del olmo volvió a bailar, para partir al amanecer y
regresar siempre con la luna, ella, la que jamás hablaba, a no ser
que alguien intentase separarla de su alma gemela.

Texto agregado el 23-11-2010, y leído por 175 visitantes. (0 votos)


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