Dicen que las cucarachas han sobrevivido a todas las catástrofes del mundo, que han visto desaparecer a los dinosaurios, los mamuts, los dientes de sable, los cro magnon, australopitecus y a todos nuestros abuelos. Y ellas tranquilamente esperan el siguiente surtidor de sobras y migajas sin problemas de horario.
Por eso es que la cucaracha que apareció de pronto en casa me trastornó, me espiaba desde los resquicios de las puertas, desde los lugares oscuros y al perder el miedo se paseaba frente a mí sin pudor alguno. A la hora de la comida esperaba silenciosa su turno de ocupar la mesa, eso si, respetuosa de mis ritmos y sin atreverse a comer al mismo tiempo, tal vez le parezca grotesca la forma en que comemos los humanos, y para evitarse algún tipo de asco prefiere comer aislada y sola.
Cuando me habitué a su presencia comencé a platicar con ella de las cosas que me pasan en el trabajo, al principio daba la impresión de que me escuchaba atenta, pero, pocos días me duró ese gusto, ya que de pronto, cuando mi plática se encontraba en lo más álgido se daba la vuelta y regresaba a su oscuro rincón a esperar en soledad mi abandono de la mesa.
En estos días tan difíciles por los que atraviesa el mundo, las rentas son muy caras, y no falta quien, en su afán de economizar un poco, comparte su hogar y los gastos con algún otro inquilino, que le trae cuando menos el beneficio de las responsabilidades repartidas, pero yo, comparto mi casa con un ser egoísta y soberbio que se ha ido apoderando de los espacios libres y me ha estado sometiendo a la presión de su mirada y al movimiento lento y estudiado de sus antenas.
En mi anhelo por comprender a mi inquilino terminé por preguntarle cual era su objetivo, porque ha cambiado tanto su actitud, y sin proponérmelo la he puesto en fuga, se ha ido a esconder a los agujeros que en un pasado no muy lejano dejaron las ratas, y he tenido la ocasión de ver su sombra furtiva detrás del refrigerador.
Tal vez así es como eliminaron a las otras especies que les causaban competencia, con estress, que multiplicado por millones de cucarachas y miles de años traerán solamente a un ganador, y sin proponérnoslo, si no les hacemos frente serán ellas.
Aún recuerdo aquellos reportajes de no se que cadena televisiva, que platicaban acerca de que los únicos sobrevivientes a las bombas atómicas lanzadas contra Japón en los años cuarenta fueron esos insectos.
Sin quererlo he encontrado la manera de acabar con esa plaga inmunda y ponerla en fuga. Ahora cada que pueda ver a mi vecina le preguntaré ¿por qué tan sola?, y podré reírme a carajadas al presenciar su huída. La esperaré por los rincones y le lanzaré preguntas maliciosas. La acosaré con cuestiones sin respuesta, saturaré su agenda, le llenaré la cabeza con preguntas psicológicas acerca de su origen y destino, lanzándole acusaciones por la destrucción del mundo. La haré sufrir.
Me convertiré en un exterminador para esa plaga, ya que he encontrado la forma de acabar con ellas: la vida.
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