Yo no puedo precisar en qué momento de mi vida entró en mi memoria la imagen de mi tío Luis. Es más, creo que su imagen entró en mi recuerdo aún antes que la de mamá, pues tengo vivencias de él desde que tenía un año, cuando estaba en el Servicio Militar y pasaba con su Regimiento Tres de Infantería por la calle Matheu mientras yo corría a la puerta de casa para verlo pasar (me lleva diecinueve años).
Mi tío Luis siempre estuvo en mi vida; estaba junto a mamá cuando alumbró y ella casi me pare frente al frigorífico Armour rumbo al hospital y estuvo junto a mí en todos los momentos de mi infancia y de mi adolescencia.
Nunca me lo dijeron, pero estoy segura que debí estar mucho tiempo en sus brazos siendo beba, porque su imagen, jugueteando con mi nariz, está vívida en mí.
¿En qué momento lindo o triste de mi vida no estuvo mi tío Luis?, creo que en ninguno.
Recuerdo como si fuese hoy las carabelas que dibujaba en mis cuadernos de primaria para el doce de octubre o cómo me enseñaba a dividir en tercer grado, recuerdo sus enseñanzas sobre la guerra, la historia, el cine, la política, la delantera de Independiente (Michelli, Ceconatto, Bonelli, Grillo y Cruz), su amor por la música clásica o la ópera y cómo me transmitía su entusiasmo por ellas.
Siempre fue un muchacho tímido, introvertido, callado, casi triste; tuvo una infancia muy dura, muy dolorosa. Contaba mamá que estaba en el regazo de mi abuela cuando ésta espiró (y hacía apenas un mes que había cumplido sus cinco añitos)
Luego vinieron tiempos terribles: enfermedad de mi abuelo, asilo, hasta que mamá se convirtió en su segunda mamá (sólo llevándole ocho años).
Mamá lo cuidó, lo mimó, lo defendió, lo protegió y él lo hizo conmigo durante los tristes y amargos años de la pobre vida de mamá.
¡Si me habrá salvado de palizas!. Cuando me daban de penitencia: acostarme sin comer, ahí aparecía Luis, a hurtadillas, siempre trayéndome algo “robado en la cocina”.
¡De cuántas lágrimas, cuántos gritos, cuántas peleas trató de aislarme Luis!.
Contaba historias, siempre inventando una nueva para mí, hubiese sido un gran escritor de cuentos infantiles si se lo hubiese propuesto porque su creatividad y su imaginación mantenían en vilo a todos los chicos, entre ellos yo y con los años mi hijo... “ - ¿Alguna vez te conté cuando estuve en África cazando monos para... “ y ahí comenzaba una nueva historia. Los chicos sabíamos que la estaba inventando, pero cómo disfrutábamos de todas esas aventuras.
Siempre se sacaba casi lo que no tenía, para mantener la casa, darnos los gustos a mamá y a mí: las entradas para el cine (siempre estrenos: fila quince, punta de banco), un libro, un perfume “Colonia Rusa de Preal” o “Ninoska” de Anjou. Las latas de galletitas “Variedades” ¡tan ricas! ... ¿Qué sé yo?... todo, en todo estaba tío Luis.
Recuerdo el anillito de oro que me puso en el dedo el día en que cumplí tres años, o el “asadito” de los domingos: “- Dejá Beba, hoy no cocines que voy a la rosticería a comprar yo”.
Siempre dependía de nuestra opinión, la de mamá y la mía, no se hacía un traje nuevo si antes no traía una muestra de la tela, para que nosotras le diéramos el visto bueno.
¿Y en mi secundaria?... ¿En qué materia no estaba el tío Luis dándome una mano?: Hacía de alumno en mis prácticas, me ayudaba a preparar las láminas, me leía filosofía horas y horas, que tanto me costaba, con la luz sobre el libro para que yo a oscuras fuese repitiendo y de paso descansara.
Hubo amigas de mi edad, adolescentes, muy enamoradas de mi tío, una era Marta; con cualquier excusa venía a casa a pedirme los deberes y yo sabía que era sólo para verlo y escucharlo a él.
De muy joven tuvo amores contrariados por un lado y por otro lado lo amaron locamente, pero de una u otra forma quedó soltero hasta bastante maduro. Hoy, pienso que no quiso definir su vida mientras mamá siguiera sufriendo tanto y yo fuese aún chica.
Yo, a mi manera lo celaba, pensaba que ninguna mujer sería lo bastante perfecta, para mi tío Luis.
Hay un hecho que lo define de pies a cabeza: Una tarde, tuve que llamar a su ex trabajo, solicitando un número de teléfono, me atendió una señorita que me respondió que no estaba autorizada a darlos, entonces yo, le expliqué: - “Soy la sobrina de Luis García, no sé si lo recuerda”... y en ese momento y aún hoy, me emocioné hasta las lágrimas, pues esa persona me respondió: - “Señorita, yo tuve el honor, de ser compañera de su tío”.
Como puede verse, no es que estaba obnubilada por mi tío, mi tío era perfecto: por su cultura, su bonhomía, su simpatía, su caballerosidad, su prudencia, su elegancia, su pulcritud (Uy, ¡cómo brillan sus zapatos!).
Cuando se acercaban los cumpleaños de cualquiera de los tres, comenzaba, días antes, la gran diversión y el gran acontecimiento, dos se confabulaban contra el del cumpleaños, pensando qué gran sorpresa le podían dar y al mismo tiempo empezábamos a hacer propuestas y largar indirectas sobre el camión que debía traer semejante regalo o si las puertas tenían suficiente amplitud para permitir pasar el obsequio.
Cuando estaba enferma estaba a mi lado, me leía, me contaba cuentos. Cuando me casé, papá me falló una vez más, pero ahí estaba mi tío Luis con su smoking llevándome al altar.
Conoció a su segundo amor de grande, un amor que siempre había estado a su lado, pero las circunstancias no le habían permitido vislumbrarlo. ¡Y fue muy feliz!. Gracias a Dios, mi tío Luis fue feliz y muy amado.
Pero el destino artero le quitó a su esposa, mi querida tía, aún en la plenitud de su vida y no ha podido resignarse.
Es mucho lo que lo golpeó la vida, es mucho lo que le negó y por eso está decaído, triste, más introvertido aún.
Pero yo sé que está ahí, a cuatrocientos kilómetros sí, pero ahí, para cuando “la nena” lo necesita y quiere hablar con él, tiene todo su apoyo, todo su amor.
Deseo fervientemente que se mude a mi ciudad, estamos muy lejos uno del otro, no tenemos con quién hablar, no tenemos a quién recurrir y poder decirle... - ¿Te acordás de....?, pues , como dijo Sábato “vamos sintiéndonos, a medida que pasan los años, como forasteros en nuestro propio pueblo”, y sería muy hermoso nuestro futuro, recordando esa “melange” que viene a nuestra memoria cada vez que charlamos.
¿Te acordás Luis tus caminatas, buscando por cielo y tierra, la “Histología de Ham” que “la nena” necesitaba para su facultad?. ¿Te acordás los cortaditos o los “Miguelitos” que tomaba cuando me llevabas a pasear y al cine?. ¿Te acordás las noches en que ibas a esperarme a la puerta de la facultad porque se había hecho tarde?. ¿Te acordás las madrugadas en que te levantabas despacito para mirar si me había quedado dormida mientras preparaba una materia?. ¿Te acordás de los fines de semana en que nos cebabas mate a mami y a mí en la cama?. ¿Te acordás de los domingos escuchando La Traviata y todo lo que me enseñabas sobre ella?. ¿Te acordás cuando me regalaste tu tocadiscos, ese tocadiscos que tanto cuidabas y que yo no podía creer que iba a ser mío?. ¿Te acordás cuando te sentabas junto al piano conmigo y me tarareabas alguna melodía que querías que tocara?. ¿Te acordás cuando te acercaste a mi, vestida de novia y me dijiste: - Nena, estás hemosa?...
Yo no puedo olvidar nada querido Luis, y por eso hoy quiero decirte una vez más: ¡Te necesito mucho!. ¡Te quiero mucho!, y como yo, un sinnúmero de personas, quizá para vos anónimas, viven admirándote, recordándote, queriéndote, quizá envidiándote. ¡Valés mucho! ¡Sos un ser excepcional y por eso: ¡Te admiro! y he tratado de emularte en todo lo que he podido... para que estés orgulloso de mí.
Più avanti tío. ¡Feliz cumpleaños!
NOTA DE LA AUTORA: "Mi tío Luis" fue escrita en el año 2003 y emocionó tremendamente a mi tío que se sentía inmerecedor de tanto, decía él.
Hoy es 6 de noviembre de 2009 y mi tío Luis no está. No pudo soportar su soledad y el 10 de febrero de 2008 se pegó un tiro.
Sus cenizas descansan junto a su esposa en la Quebrada de Humahuaca, según su voluntad.
A todo aquel que lea esto y quizá se emocione, por favor, no deje de elevar una oración a su memoria. Fue un tipo como pocos.
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