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MIÉRCOLES 20 DE MAYO DE 2009


Locomotion en la radio. Yo igual Quiero gritar Help!.
Esta tarde pesada de primavera me tiene desanimado. La atmósfera es muy densa a mi alrededor, no aguanto el silencio ni el bullicio, la gente me mira de forma extraña y respondo con un gesto que denota odio.
Volver a casa, por extraño que parezca, no me hace sentir mejor. Ella me espera.
¿Que les pasa a los vecinos?. Me saludan como si les cayera bien. ¿No ven que mis ojos dicen no te aguanto?. Y por dios callen a ese perro porque puede comer vidrio en cualquier momento.
Home, sad home. Todo a oscuras y todavía no anochece completamente, pero los edificios a mi alrededor bloquean todo rayo de luz que ose dar calidez a mi día. Solo la luz de stand-by del televisor a un lado de la puerta y el sonido del reloj antiguo en la pared opuesta permiten a mis sentidos decirme donde estoy parado después de haber cerrado la puerta. Pierdo un buen tiempo pensando en nada y otro rato decidiendo si encender luz alguna o permanecer en mi oscuridad.
El sillón donde cada día leo algo (lo que sea, libro, diario, revista, panfletos publicitarios...) es un buen sitio para pensar, cerca y casi a espaldas de la ventana permite la entrada de aire fresco, sonidos de ciudad, cotorreo de las vecinas que actualizan sus chusmeríos al caer el sol, los niños gritando en la vereda, el arranque de los vehículos después del semáforo, las bocinas, las sirenas, la música del heavy de arriba, la canaleta que gotea a destiempo con el tic-tac de mi reloj de pared. ¡Basta!. Mejor cerrar la ventana y los ojos.
Ahora creo sentirme mejor. Al fin mi mente en blanco o al menos en gris.
Un ruido a llave en la puerta, gira a un lado, gira al otro y abre. La paz termina.
-Amor, ¿estás en casa? .
Entra sin encender luces y sin percibir mi presencia. Solo el toc, toc de sus tacos me deja adivinar sus movimientos suaves, siempre suave. Camina cruzando el living en dirección a la cocina, rodea la mesa y se dirige a la mesada, cerca de la heladera. En la mesada deja algunas bolsas. Parece que viene del mercado. Abre la heladera para dejar algo dentro, pero algo sucede y cierra de un portazo la puerta de la heladera.
- ¿Que tiene que hacer una para que le arreglen al foco de la heladera?. ¡Es tan difícil convivir con un inútil!.
Intento limitarme solo a escuchar, pero no aguanto.
- ¡Si no cuidas la puerta de la heladera este inútil tendrá que arreglarla también!
Menudo susto le dí. Encendió la luz de la cocina, y luego corrió a encender la del living. Me miró a los ojos y con eso no necesité más palabras de sus labios, aún así, sin acercarse me dice:
- Ah, ¡estabas en casa!. Como siempre, ni lo noté.
Suficiente. Lo que le faltaba a mi día tras de haber cumplido con 10 horas de los caprichos de mi jefe, llegar a casa, mi casa, y tener que aguantar esto. ¿Porque es tan hostil?, no me merezco esto.
- Y como siempre, al llegar no estas aquí. Podrías al menos plancharme una camisa para mañana, o preparar algo para la cena que demore más de 10 minutos.
Eso basto para que me diera la espalda y subiera al cuarto, no me importa a que.
Me quedé sentado en el sillón, junto a la ventana. Volví a abrirla, y me quede contemplando mi lejano y deforme reflejo en la pantalla del televisor. No me dan ganas de encenderlo, solo quiero saber quien es el que se refleja en el. Su rostro está estirado a lo largo y a lo ancho. Parece más arrogante que el tipo que me mira cada mañana en el espejo del baño, ese si es un buen tipo. Pero, ¿quien es este?. Definitivamente no es el mismo.
Tengo hambre, no me va a venir mal cocinarme una vez. Si, eso va a alejar la maraña de pensamientos que me atormentan.
La comida está lista, realmente soy buen cocinero. Que tarde lo he descubierto.
-¡Bombón, a comer!.
Pues si, le hablo a la pared. Cenar solo de nuevo.
Comer solo me trae a la cabeza todos los pensamientos que alejé cocinando. Definitivamente odio comer solo, aunque amo la soledad.
Tras comer dejo los platos para lavar. Solo para que ella tenga algo que hacer en la mañana. Subo a la habitación y la encuentro vacía. Entonces se abre la puerta del baño lo suficiente como para que se vaya un poco de vapor.
- ¿Ya cenaste?
- Te llamé y no respondiste.
- Claro que no repondí, no te escuche.
- Bueno, quedo algo en la heladera.
- No tengo hambre, comí algo en casa de mamá antes de venir.
Como no iba a estar hostil si viene de la casa de su madre. Esa vivora, manipuladora. Que diferente es de su marido, don José si que es una persona digna.
Al fin, mi almohada. Mejor trato de dormirme antes de que salga del baño.
Demasiado tarde, ya abrió la puerta. Aun esta adentro. Que hermosa es, con el pelo suelto, una remera mía de la que se adueño para dormir porque una vez dijo que mantenía mi olor. Sus pies descalzos. Lastima que ahora se acuesta y no duerme hasta arruinar completamente mi día.
Se acerca a la cama, no puedo evitar verla. Se quita la remera y el corpiño. Se acuesta junto a mi y me abraza tan fuerte como aquella vez cuando prometimos estar juntos por siempre.
- Te Amo, me haces feliz- me dijo.
No respondí. No hacía falta, ella lo sabe.


Otro día más en mi vida, hoy todo renace, todo es blanco. El tipo en el espejo del baño soy yo. Un tipo nuevo cada día.

Texto agregado el 22-11-2010, y leído por 70 visitantes. (0 votos)


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