El viento de aquel verano soplaba fuertemente, que levantaba el polvazón de todos los sembradíos, mientras le arrebataba las hojas al sauce más viejo, en donde estaba sujeta la asna, de pronto las nubes habían teñido el cielo de negro, era increíble que lloviera por esas fechas, sobre todo con esa magnitud.


Cargaba aprisa el rollo de pasto a la asna y un poco de leño, mientras pensaba en ganarle la tormenta y llegar a cubrirse a tiempo en su jacal –Más aprisa pequeño- le dijo a su hijo mientras sujetaba la asna. Lo mismo le había dicho anteriormente–Hijo cortare un poco de leño, mientras apresúrate a cortar un poco de pasto- el hijo muy obediente se adelantaba a cortar el pasto; pero en el camino el chiquillo se había detenido a cortar un poco de las frutas de un guayabo, tal vez no era culpa suya, quizá era aquel guayabo tan irresistible, pero ahora ese no era el problema.


-Tendremos que llegar antes de que se suelte la lluvia- le dijo a su chiquillo mientras jalaba su asna, sus pasos eran rápidos pero sentía que no avanzaban, era como aquella pesadilla que había tenido la noche anterior. – ¡Aja, aja!- Le grito a su asna mientras le soltaba los latigazos, -Ya me cayeron unas gotas – dijo el chiquillo –si hijo lo sé, pero mira ya está ahí el rio vamos a llegar no te apures-mientras a lo lejos se apreciaba un riachuelo, ellos apenas rodeaban el cerro cuando empezó la gotera, una centella cayó cerca de donde iban, que desgajo la rama de un árbol con una imponente fuerza.


-Hijito tendremos que dejar la carga para aligera nuestros pasos-, -¿Tendremos que dejar también los machetes pá?- interrumpió el muchacho, -Si hijo claro-dijo el padre, mientras percibía el miedo en los ojos de su hijo, -es muy peligroso déjalo ahí, bajo aquel arbusto sólo tápalo bien para que no se moje, total si mañana deja de llover yo vendré a recogerlo-.


-Sube hijo, agárrate bien- le dijo mientras lo apoyaba en sus rodillas, para que el muchacho se trepara en la asna, -¡aja, aja!- le gritaba la asna, y sentía que el tiempo avanzaba muy rápido. De pronto estaban cubiertos de lluvia, -Nos esperamos aquí a que pase- dijo sabiamente el niño, como si supiera que algo grande se avecinaba, -si sería bueno hijo, pero acuérdate que estás enfermo y no te puedes mojar mucho- le respondió mientras pensaba en la propuesta, y que si se desbordaba el rio por causa de las aguas que escurrían de los cerros jamás pasarían del otro lado.


-Papá el rio a crecido mucho- grito el chiquillo mientras se desmontaba de su asna, -ya casi llego hijo, ya quítate la ropa- le grito su padre mientras se le veía venir apresuradamente atrás de unos matorrales. El chiquillo muy aprisa se quedo desnudo –no podre pasar papi no sé nadar- volvió a reclamar el chiquillo, -si hijo lo sé, pero el rio no ha crecido, sólo está un poco sucio, te acuerdas de aquella roca que vimos en la mañana, aún se puede ver- le contesto, mientras señalaba con su mirada la dichosa roca, que a duras penas se podía observar.


-La corriente está muy fuerte agárrate bien de mi, por ningún motivo me sueltes, yo voy a sujetarme de la cuerda de la asna ella nos va a jalar- -si papa- contesto el muchacho, con pocas esperanzas de cumplir con la orden, la corriente cada vez se volvía mas fuerte mientras avanzaban.


-voy a soltar la ropa, no la puedo sostener mas-dijo el chiquillo- -si déjala- contesto el padre- pero no te sueltes de mi, agárrate fuerte hijo, ya vamos más de la mitad- -¡el agua nos arrastra!- contesto el hijo- -aguanta hijo, no me sueltes- se esforzó el padre, mientras peleaba contra la corriente, su respiración se hacía cada vez más difícil, apenas y podía mantener a flote su cabeza, -aguanta hijo- le volvió a decir el chiquillo.


-¡Un tronco papá!- se exalto el muchacho, -agárrate de ella, hijo sube, porque ya no puedo sostenerte mas, sujeta la cuerda de la asna- -no se puede, ya casi la alcanzo- dijo el chiquillo esforzándose en trepar en el tronco y a la vez sujetarse de la cuerda de la bestia, mientras tanto el animal luchaba para mantenerse a flote, manoteaba resistiendo ante la corriente.


-No voltees hijo, sigue así, ya casi llegamos- dijo el padre preocupado por su pequeño, y el miedo que en ese momento sentía, un momento sintió como algo le había golpeado la cabeza, su cuerpo se volvió pesado, inerte, trato de mantener la respiración, sus esfuerzos eran vanos.


Su mirada se dirigía a la orilla, sus ojos no veían nada, su corazón se congelaba, sintió como su cuerpo toco el fondo, las piedras golpeaban su cuerpo, quizá su ultimo recuerdo era ver a su pequeño luchando contra la corriente.


-Ya casi llegamos papi- se apresuro a decir el muchacho- mientras manoteaba en el agua, de pronto su rostro de felicidad, se convertía en impotencia, tristeza,-¡Papá, papi, pa!-grito el chiquillo, mirando, y buscando a aquella persona que había hecho lo imposible para que él estuviera a salvo, su mirada no veía más que agua, esforzaba a todo lo que daba su vista con la esperanza de ver a su padre.
Pero sus esfuerzos habían sido vanos, por fin se sentía seguro en la orilla, mientras trepaba de una rama para salir del rio, sus ojos se le llenaban de lagrima que se confundian con la lluvia y una oleada de dolor penetraba en lo profundo de su ser, su respiración era escaza, quería gritar, mientras se lamentaba de su impotencia y su mísero cuerpo de no poder hacer nada para luchar con aquella pesadilla, luchaba por recordar en qué momento había perdido todo.