Era como un súper héroe, de esos que anhelas conocer y te intriga saber su identidad secreta, ¿alguien del barrio, del colegio?, quien sabe… pues yo quería averiguarlo.
Cada vez que viajaba al colegio veía su seudónimo en color verde intenso pasmado en la pared de algún negocio, siempre en un lugar distinto. ‘’Virus’’, aquel era el apodo del hombre que aparecía cada noche en mis sueños salvando al mundo contra distintas criaturas. Su sobrenombre era la puerta de mi imaginación.
Pasaba tardes enteras escribiendo historias sobre las aventuras de ‘’Virus’’, lo imaginaba con antifaz, una capa, un traje ajustado con la letra ‘’V’’ en su torso, un peinado estrafalario, y una voz deslumbrante y resonante. Día que pasaba mi obsesión crecía por él.
En la mañana del 27 de octubre salí temprano de casa. ¡Jamás me imaginé la sorpresa con la que me iba a encontrar!, de verdad me sentí halagada e importante cuando vi su seudónimo en la pared de mi hogar, ¿me conocerá, sabrá que existo?
Ese día fue el mejor, mi superhéroe había dado señales de vida en mi propia casa y partí a la escuela contenta y con la imagen mental de un hombre fortachón y guapo volando por los aires e incluso creí haberlo visto en el cielo, pero de eso jamás estaría segura, pues confiaba en mi buen juicio, bueno, todo, exactamente todo cambió cuando él llegó a mi vida, no literalmente, pero ya lo consideraba conocido.
Mucho había hablado de él con mis compañeras de curso y le había mostrado mis dibujos, así que cuando llegué esa mañana al salón, todas se acercaron rápidamente y decían lo mismo, al fin y al cabo mi corazón se alteraba cada vez que mis oídos escuchaban las palabras ‘’¡existe!’’, ‘’¡lo acabo de ver!’’, ``¡ guapísimo!’’, ‘’¡VIRUS!’’.
Mi imaginación ya rebosaba de nuevas historias que se estrellaban unas con otras hasta salir de mi cabeza y así quedar en blanco de la emoción. ¡Virus existe!
Ya no podía esperar el timbre que anunciaba el final de clases. Por fin este llegó justo antes de que mi desesperación se convirtiera en locura.
Cuando estábamos conversando con mis compañeras al lado del colegio, un hombre flaco, consumido por las drogas, según decían mis amigas, con cicatrices en la cara, un gorro negro, pantalones rasgados y un aroma perturbador, escribía algo con espray en el muro de al frente. Cuando se percató de nuestras miradas, dejó su que hacer y salió corriendo en dirección contraria. Me acerqué por mera curiosidad a recoger el envase de espray que dejó al huir, me sorprendí del color, pues era verde intenso, mi mano soltó el envase inconscientemente, levanté la cabeza y mi corazón dio un giro cuando vi en letras enormes la palabra ‘’VIRUS’’.
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