a veces me imagino en Berlín. no ser nadie, mirar el suelo. podría estar en donde sea y seguiría siendo la misma persona mirando un paisaje en blanco y negro mientras los diálogos me lleguen al músculo que está debajo de mi esternón.
si esas cosas pasaran querría que fuera como estar en una película de Wenders. ir a lo alto de un edificio con los audífonos puestos, sentarme al borde de la caída a un precipicio. si todos estamos destinados a caer yo sería la primera, o la última. aterrizar sobre el asfalto para volver a nacer y que los colores me tiñan las manos.
sería como un accidente, trataría de recoger a alguien antes de que caiga.
escucharla a ella sobre un trapecio, esas líneas hermosas, ese abismo sin medida. la abnegación, el crecimiento sostenido.
me repetí a mí misma en las constantes de siempre. verlo era como aterrizar después de un largo vuelo. mis palabras están huecas, resuenan, causan eco.
si algo me protegiera seguramente sería como tener cosquillas en la nuca. si las metáforas son parte de mi vida entonces quiero quedarme así, en un cuadro en el minuto 55:22.
ciudades malogradas para amores malogrados, tal vez.
alguien por ahí diría que nada de esto es sublimación, tal vez (yo me acuerdo)
me duele el monocromo de sus caras sin ninguna expresión.
si fuéramos más grandes, si estuviéramos todos más cerca. si bajáramos al mundo para conversar sobre infinitos paralelos, sentados en un sillón.
si me quedara muda, si no pudiera escribir más.
si me olvidara de mi nombre, de mi edad, de mi dirección.
no de ángeles, no. sí de ciudades inventadas, ciudades dramáticas. ciudades en el borde de la desesperación. |