ESCAPARATES.
Las persianas dejan pasar, apenas,
Dos rayos de luz entre los escaparates.
Desde el cuenco de una taza,
Con el humo de un café
Brota un genio osco,
Musa de bailanta,
¿Sería ella un estigma capcioso
Para refrendar un viejo amor?
Sería ella,
La que baje por los ascensores,
La que con el trapo de piso
Dé un lampazo a mi alma
Y limpie con detergente
El óxido de un amor desvencijado.
Sería ella, (esa cotidiana costumbre)
De un café,
De un refrigerador abriéndose,
De una maltrecha hamburguesa, y
Su inflexible fecha de vencimiento.
De una ausencia intoxicada de olvidos,
De esperas ingratas,
De paisajes de azoteas,
Y los timbres;
Esos timbres del destino manchados,
Donde estuvo la herida
De esos rostros que alguna vez amaste.
Y por las escaleras
Vea bajar la risa,
Por los escaparates
Y las celosías del misterio,
Vigile el terco sueño
Y me avise el pasar de un te quiero...
Y con las ventanas abiertas
Deje entrar la brisa.
Sin desalientos, sin prisa,
(Esa puta costumbre)
De decir huevada a la hora de la siesta,
Golpeé las puertas entreabiertas
De los zaguanes con una voz que avanza como flecha.
Que dé un muñecazo y abra
Los picaportes de la sabiduría
Para saber a donde te has ido.
(Esa) (¡Sí esa!)
Dichosa costumbre sería...
La que golpee sin prisa mi puerta
Diciendo que estás ahí: Amor,
Tirándome piedritas a la ventana...-®
Por: Daniel O. Jobbel
|