Salió de un cuento de hadas y, hip hopeando atrás de ella, venía Sir Patarrota, esa criaturilla escapada de sopa de ancas.
Habían esperado el momento oportuno pero siempre el espacio entre el Había Una Vez y el Felices Para Siempre resultaba tan divertido que, cuando menos se daban cuenta, la contraportada se les venía encima.
Pero ahora la Princesita huía sin poder esperar una hoja más. Sacó los piececitos del Estanque de los Deseos y se echó a un lado el cabello enredado en hallazgos silvestres para correr como gacela y arrojarse vertiginosamente al exterior. De milagro permaneció con ella el vestido vaporoso blanco y moteado de verde pasto por tantos pasajes boscosos.
Croando, la seguía Sir Patarrota que, apenas tocado el aire enrarecido del Reino de la Brecha Temporal, sintió el muslo más maltrecho que el viejo libraco que abandonaban.
-¡Chispas! –exclamó la Princesita-, tal parece que todo aquí es muy en serio, Patarrota.
No pudo sino asentir la bestiecilla pantanosa.
Abriendo mucho los ojos, un universo de ideas cruzó la mente de la Princesita sobre lo que les deparaba con esta curiosa premisa pero Sir Patarrota le soltó una bofetada para hacerla entrar en razón. No quería para ella el dolor que ahora estaba experimentando y, su mirada extraviada le sugería pensamientos desbocados que quizá los terminaran matando antes de que la aventura siquiera comenzara.
-Tienes razón, Fro –carraspeó ella- Mis pensamientos desbocados quizá nos terminarían matando antes de que la aventura siquiera comenzara.
Él se rascó la cabeza en palmípeda perplejidad. Todo aquí era muy en serio pero aún así había cosas en la mente de la chica…
-Oye, si así se juega esto dónde está mi compañero de juegos. ¡Quién mejor para hacer este viaje que el príncipe, Fro! ¿Lo ves por algún lado?
Negaron al unísono.
-¡Qué sucede con este Reino de la Brecha Temporal! ¿Dónde está mi príncipe azul?
Ambos soltaron un amargo sollozar sin poder dar vuelta a la hoja o volver sobre sus pasos. Habían nacido.