Amigo,
¿por que tomas tanto?
¿por qué acabas con tu vida
por esa mujer?
Sus ojos con lagañas, la gorra azul, que no le cubría del todo los cabellos, siempre grasos. Que vieja debe ser esta canción, peruana si mal no recuerdo, la cantaba fuerte, y desafinando mucho, el pobre viejo. Recuerdo la última noche que lo vi – o siquiera la última noche que me acuerdo de él- ha entrado al cuarto, cantando fuerte. Rápido me ha hecho despertar con su respiración deteriorada, el olor a alcohol era nefasto, las primeras veces a uno de la asco, luego se acostumbra. Cantaba mirándome, como si estuviera actuando para mí, por momentos se callaba. Luego, escupiendo, protestaba algo. “Carajo. ¿Para qué entonces me parto el culo?”. No se si era cariño, pero me miraba inspirado por algún sentimiento. Lloraba -¿lloraba?- “Mi hijo, mi Pablo, quiero que seas mecánico, tu taller propio en Tembladerani… los cojudos de la parada rogándose a vos… de eso me encargo yo. ¿Para qué mierda sino trabajo? Ay carajo, tu madre te va a volver maraco. No quiero que estés vendiendo esas huevadas. ¿Para eso le doy su puesto a la cojuda?”
Su nariz era jorobada, igualita a la mía. A lo mejor sufría de algo el pobre, creo que lloraba en cada pausa. Terminaba la canción y volvía a empezar, no siempre desde el inicio. Se le veía jodido, seguro se ha reventado a golpes con algún minibusero o micrero; la mano derecha estaba hinchada y con sangre, la miraba detenidamente, girando la cabeza para tener el mejor ángulo. Entonces volvía a quejarse: “Para qué me jode, para que mierda se mete conmigo” Luego, como si estuviéramos charlando sin palabras, me miraba, afirmaba con la cabeza. Por momentos su cabeza caía hasta el pecho, yo entonces pensaba que se había dormido, pero volvía a cantar entre sollozos. Largo rato se ha quedado, yo me he dormido. Al despertar ya no estaba.
Amigo,
deja ya de beber,
escucha mis palabras
y, así, la olvidarás
Cómo voy a olvidar, si cada que llegaba borracho, gritando entraba, algunas veces silbando, otras tarareando, pero siempre su misma canción. Meta a joder luego. ¡Desgraciado indio, sola me ha dejado! Sola he cargado con el hijo. ¿Y él? ¡Nada, pues! Seguro con sus cholas, de pollera en pollera. ¿Donde te habrás ido?
¿Acaso era la primera vez? Siempre hacia eso, yo le dejaba. Total, con el tiempo se iba a cansar. No hubiésemos sufrido tanto; mal que bien, el micro, aunque alquilado, daba nomás comida. Aunque, mucho le estaba agarrando al trago ¡Ay que siempre, podía aguantarle! Otra cosa es que yo opa, he ido corriendo a contar a mis hermanos. La hinchazón en dos días se baja. Pero luego podía haber vuelto. ¡Se ha pasado! Yo también tengo orgullo.
Como casi siempre, ha llegado 3 de la mañana, haciendo bulla… directo a joder, a molestar con lo de su plata. ¡Gran cosa su plata! Luego de las cosas que ha comprado para el puesto. Hombre es pues, tenía que hacerlo. Pero luego a joder. Como si sus putas lo dejarían con ganas. Como siempre a meter la mano por todo lado. Pero esa vez fuerte me he puesto, no era cuando le de la gana, estar soportando su peso y su tufo todavía. Asqueroso era. ¿Seguirá viviendo? Seguro pues, detrás de alguna chota se ha ido. Por eso tanto tomaba, otra seguro había. Y seguro no le daba bola. ¡Yo nomas he sido bien sonsa! Y luego, le he dado un codazo en la cara. Me acuerdo. Ahí nomás me ha saltado, como a costal me ha pegado. ¡Ay indio mula, desgraciado! La ceja me ha partido, harto he sangrado. ¡Cómo se untaba su mano cochina con mi sangre y se limpiaba en mi cara! Para que no estén hablando, no he gritado. Además el Pablo se iba a despertar. Aunque era que se despierte, que siempre. Era que vea al maricón de padre que tenía, encima su madre, a puñetes.
Luego he tenido que decirle que se ha ido lejos, que a trabajar, ¿a ver? Pero de bronca luego le he dicho que su padre era un cobarde y que se había escapado. La verdad nomás. Aunque al día siguiente lo han botado mis hermanos. El desgraciado ya no ha vuelto. ¡Que va a volver pues! Seguro detrás de una chola se ha ido.
Esa mujer
nunca te amo,
esa mujer
siempre te engañó.
De moda estaban los peruanos para ese entonces. Me acuerdo cuando ha llegado la que cantaba este tema. ¡Furor ha hecho! En la calle todos sus discos vendían. Yo hubiese querido pues comprarme, pero ni tocadiscos no había en la casa. Con que plata también, por eso creo que tomaba; además ni gastaba, los muchachos pagaban: los que tenían auto propio.
¡En vano ese puesto! centavos nomás traía la Leonor. Por eso también yo era malo con ella. No, no malo; duro, severo. Además al pobre chango le hacía vender y ella todo el día en el afán de que dice y no dice la gente, con sus brujerías en la casa. Para eso a ver ganaba.
Los riñones dice que jode el micro. Los primeros años me ha ido bien, hemos comprado catres y le hemos mandado a un cuarto solo al chango. Mejor, así no veía las huevadas que le hacía a su madre. Una caricia, un ratito nomás era. ¡Que mierda le costaba tanto! ¿A qué lado pues violación? Entre marido y mujer, ¡no hay eso! Por eso he renegado, he reventado. Yo no iba a farrear con mujeres, ni tenía otras. Los taxistas, esos tienen pues. Yo, chofer de micro ajeno. Quién pues me iba a tirar bola. Luego, si; he conseguido. Ahí creo lo he cagado. Quería volver, como no iba a volver pues. Hubiese soportado las macanas de su madre. Con los años se hubiese cansado. Yo quería estar con el chango. Quería que sea mecánico. Esos ganan bien.
Mucho trago le he metido después… la pena también, ¿no? No me atrevía a volver, si volvía, con toda su familia me iba a hacer lío; policía podía haber llamado, sus familiares de la Leonor, siempre han sido de pleito. Que se le pase he dicho. Y ahí, en las farras, ha llegado la otra vieja. Luego su encargo. Pero ésta tenía nomás plata, me ha conseguido trabajo de minero, aunque lejos; bien he ganado. Más hijos luego. Ni soñar ya en volver.
Pero, ¿Que habrá sido del chango? Bueno era; inocente y sumiso, hay veces en la calle cuando hay harta gente, digo: “¿No estará pasando por mi lado?” Me debe tener bronca, ya para qué. Hace años le he visto a la Leonor, vieja y agotada está. Me he hecho al gil. ¿Qué íbamos a hablar?
Y se burlaba de ti
cuantas veces quería
y te besaba
fingiéndote querer.
Tal vez hubiese sido otra cosa; mi madre se quejaba todo el día: “Que no hay pan, no hay azúcar, no hay arroz”. ¿Que iba a hacer yo pues? Apenas vendíamos, luego se pasaban las fechas de los productos, y teníamos que botar; así siempre era. Me ha sacado del colegio, he ido de ayudante de albañil y trabajo no faltaba. Con eso, ya; con eso hemos estado bien nomás, siquiera no faltaba para la comida. Luego se ha empezado a enfermar, que una cosa, que otra. De todo se lamentaba, ya no sabía si lloraba o me estaba mamando para hacerme sentir mal. Pobre viejita también, que culpa ha tenido, sus hermanos cagada tras otra le han hecho; nunca le han dado los papeles de esa casa de mierda. No le dejaban alquilar cuartos, peor lo han hecho: se han metido a vivir ahí. A esa casa tan vieja se aferraba. Todo el día lloraba.
Yo me he ido de la casa cuando la Vivi se ha embarazado, tenía que cumplir, no como el mierda de mi padre, pues. La he dejado a mi vieja, no le hacía faltar arroz, azúcar, esas cosas. Pero ya no ha alcanzado el dinero. Al final sus hermanos se han compadecido y le han dado verduras para que se venda, mala suerte tiene mi madre, quizá ni eso haya podido vender. Ya no he ido yo. Cuando tenga para invitarle, siquiera un plato, voy a ir. Ojala no se muera todavía.
A lo mejor hubiese sido bueno que no se vaya mi padre, no parecía malo. Ahora yo estuviera de chapista o con taxi propio. ¡Macanas me ando imaginando!
Tengo ganas de tomar unos tragos, lindo sería con este tema. Bien raro que haya tocado. Si voy donde el Chino y le pido, me va a querer cobrar, harta música tiene. Pero ni para el trago no tengo y me voy a dar el gusto de elegir con que música amargarme.
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