Y así pasó...

Finalizaba de relatar su tormentoso relato, el relato de caer en la incertidumbre, al relato de la llegada a la ignorancia, el relato de retroceder en su infancia.

El contar de su derrotero inacabado.

El relato, había terminado, mas no su historia, pues así quedó para siempre, con ese amargo saber del qué hubiera sido...

Conoció a la grandilocuente verdad de que nada está dicho, de que todo es mutable, de que su certeza de lo suyo era una misteriosa ilusión que fue forjando a través de lo que no necesariamente existe.

La desparpajada cotidianeidad de sus fracasos lo arrastraron a cometer los errores que sus antepasados tampoco previeron, el ir y venir entre tácticas y estrategias, entre la teoría y su práctica estaban comenzando a replantearse después de la caída de los muros.

Seguía ahí, pensando y elaborando en conjunto con la intelectualidad colectiva, la misma que se encontraba diseminada entre egos y silencios; sin embargo, seguían en pie con la esperanza intacta de que algo podían conseguir.

Todavía cantaban, entre las narraciones extraordinarias de lo que había sido, mas que no era hoy.

Todavía cantaremos derrapando nuestra voz, al que es la de los sin voz.

Articularemos melodías de unidad, compondremos un porvenir provechoso, entre laureles deshojados, así ganaremos.