Una piara de perros callejeros deambulan alrededor.

En medio un chaval oscuro, botella en mano la pasa espantando a los desheredados.

Correa gobernada limita el ritmo de cuatro pezuñas.

Creyendo que el collar libera y cualifica vitalidad, así nos comportamos.

Sabiendo que no, pero queriendo más.

Ansiamos la distinción excluida de la manada,
para mutarnos en ella una vez adquirido el lujo de la diferencia.

Nos encandila lo imposible, lo que tienen ellos, que no los nuestros.

Historia e historias de escarmiento siguen impolutas en la conciencia.

Sin razonar lo abarcamos todo y sin compasión amasamos la vida.

La comodidad relantiza nuestros pasos, atrofia el impulso y humaniza los objetos.

Vislumbramos el amor como lucero en nuestra vida,
pero lo ofrecemos dosificado en cuentagotas por si el cielo se nos escapa de las manos. Me rio.
No vaya a ser que te mezcles con estrellas.

Hindis con perro amaestrado, nuestro grupo aislado,
naturaleza plastificada, plástico camuflado.

Quemamos montones de basura pensando que el humo tambien muere.
Aliviados por lo que no se ve, nos excomulgamos de lo intangible.

Ahora sin religiones, que ya no están de moda, la energía es la palabra predilecta.
Construimos ambientes para embelesar mentiras.

Mi piel va tomando caracter.

Deseo sentirme plena y terminada para apaciguar la rabia, mezcla de dolor y tristeza al verme reflejada en la conducta humana.

Siendo como somos, tan hábiles, capaces de emitir voces celestiales, música, danza, ingenio.. y atrevimiento.

Sabiendo que todos somos polvos de estrellas
que falta de respeto.