Mujeres descalzas salen de meaderos
sobre baldosas multicilores, policromadas.

Entre el paisaje confundo vacas,
perros, casitas de paja y cultivos.

La humanidad sigue creciendo
mientras los pliegues de mi mano
arrugan la hena débil y aprietada
debido al sudor del tiempo.

Dejamos Puskar,
y vamos camino a Daman.
Brincamos de un santuario hindi
a una ciudad musulmana.

El espíritu lo siento llano,
sobre un escenario abundante,
rugoso, desértico y estancado.

Se abre el telón
y aparecen cuernos azules,
pies descalzos, nubes de mosquitos,
dientes que sonrien sobre tez oscura
constante e inevitablemente blanqueada
por ilusiones occidentales.

Penetran en mi ojos que observan,
y los mios apuntan y disparan
al unisono la toma perfecta.

Sin tiempo de reacción
sueño ser monedero,
trás la reflexión imagino no ser
para tan solo estar.