Son las 7:30 de la tarde, tomé el autobús hacia Lanchester, debería llegar aproximadamente a las 2 de la madrugada.
Siempre tomaba el transporte más temprano, pero hoy no pudo ser, tuve muchos problemas en mi casa como en mi trabajo. Mi esposa me abandonó para ir con mi mejor amigo, como pude fui a trabajar, ¿para qué? Apenas llegué me notificaron que había sido despedido. “Es por la crisis”, sí, claro, malditos, y después dicen que vamos mejorando si recortan todo a todo momento.
Me di cuenta de que ya no tenía nada más en esta ciudad, que me vio nacer, me dio todo lo que obtuve con el trabajo hasta forzado a veces durante más de veinte años y me lo quitó en menos de un día.
Viendo la corriente situación creo que voy a buen puerto, me quedó suficiente dinero para comprar un traje elegante y pedir un trabajo digno, llevo mis documentos, mi máquina de escribir, y unas cuantas cosas más, que seguro me serán de ayuda, además de mi confiable pluma y mi inseparable libreta, que me acompaña vaya donde vaya.
Pasaron varias horas desde que el autobús partió, ahora me doy cuenta de que el camino no es el de siempre, a esta altura debería ver un bello paisaje arbolado, con cerezos, limosneros y nogales, en cambio hay un paisaje monótono de tierra, sin colinas ni montañas, que son visibles gracias a una extraña luz que proviene de algún lugar del cielo.
Además el transporte está inusualmente vacío, ya que Lanchester es una ciudad importante, es como un oasis, y está completamente vacuo, además de mí y del conductor, que veo que no está. Pero el autobús sigue moviéndose, no sé si acercarme o quedarme acá. Una cacofonía de ruidos se es audible. Veo sombras, pero no hay cuerpos. Ni reflejos en las ventanas. Nos acercamos a la luz, no sé qué hacer, me miro en la ventana…