Nov. 2010. Cautelosamente, haciendo ruido con la palabra escrita.
Este fin de semana, entre otras actividades me he dado a la tarea de revisar y actualizar mis correos, descubro no sin cierta sorpresa que me distrae el silencio que escucho en mis diálogos
Situación que me llevo a imaginar argumentos, razones y palabras que justifican esta acción, concluyendo en estas reflexiones:
En un mar de piedra, seco como el alma de quien ha perdido hasta la última gota de amor, el ángel de las cosas bellas escribió un resumen con el fuego rosa de su índice:
El silencio es primitivo como los amantes.
El silencio es el núcleo que se cimienta abierto en el ojo de las galaxias.
El silencio, por su transparencia, es duro como un diamante.
El silencio también es una nube que ilumina con su vacío el pulsar de las estrellas.
El silencio posee alas de colores que no se ven cuando aparece el arco iris.
El silencio danza apasionado en llamas pequeñas en el eco del sueño fugitivo de quien despierta.
El silencio sella con su piedra el cielo luminoso de la creencia.
El silencio, como quien persigue una tormenta, es horizontal sólo por un tiempo.
El silencio sirve de ventana a quienes arraigan carbones de nieve en su castidad.
El silencio se besa con el tiempo.
El silencio imagina que teje la luz con diminutas luciérnagas. .
El silencio herido siempre deja su huella de niebla.
El silencio, tesoro oculto del ártico, llora su humedad geométrica entre las horas largas de la lluvia y de la espera.
El silencio, acróbata íntimo, canta suspendida en el brillo de las cucharas.
El silencio, en el camino, un paso sí, un paso no, va dialogando con el sonido.
Desde BC, cautelosamente, haciendo ruido con la palabra escrita en mi rincón existencial.
Andrea Guadalupe.
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