Cuando nació no lloró, por lo menos hasta que sacaron a su hermana del vientre de su madre, pero antes de eso, la primogénita solo miraba a su alrededor con sus ojos oscuros, que parecían tan profundos como dos abismos, su mirada parecía sabia, como si hubiese estado consciente cuando llegó al mundo y conociera todo lo que le rodeaba, los doctores la miraban extrañados, no lloró ni cuando le pusieron las vacunas de la polio y la tuberculosis, ¡ni siquiera ahí lloró!, parecía como si estuviera esperando algo mágico antes de llorar por primera vez en su vida, ese sencillo gesto de espera, al parecer marcó el comienzo de una vida de gemelas que estuvo llena de decisiones, decisiones que siempre fueron tomadas por
- “Gintare” se llamará –dijo su madre con una voz alta y calma cuando el doctor le mostró a su hija por primera vez–
- Gintare, es un hermoso nombre –replicó el doctor
Un poco antes de su nacimiento, unos 6 ó 7 segundos, todo el equipo médico guardó un silencio inconsciente, como cuando se presiente algo, como una premonición, como cuando se congela todo y los recuerdos se sumergen en un mar invisible y la mente se queda en blanco haciendo sentir a la piel de cada uno como los segundos pasan…
Todos en la sala sabían que venían al mundo unas gemelas, todos menos su madre que no quiso conocer ni el sexo ni mucho menos que eran dos, nunca quiso saber. Mucho tiempo antes del parto, en el tercer control, el doctor le pregunto
- ¿Estás segura que no quieres saber nada? –con un tono de querer traspasarle la alegría que él creía que ella sentiría al enterarse
- Si, –respondió tranquilamente ella– no quiero saber nada, solo quiero vivirlo, quiero sentir como la vida se va formando dentro de mí, quiero sentir esa energía, no quiero saber nada, solo disfruto del presente, el pasado ya existió, el futuro es incierto, no lo conozco y no quiero saberlo y no lo sabré.
Ante esa respuesta tan llena de sentimientos, tranquilidad y un poco de sabiduría, el doctor no quiso insistir, aunque sabía de los inconvenientes de un parto múltiple, era muy probable que el parto se adelantara unas semanas, sabía también que quizás tendría que practicar una cesárea, que necesitaría más equipo médico y especialistas.
A pesar de todo, el doctor tenía sentimientos encontrados, su paciente era una mujer de 30 años, primeriza, soltera, pelirroja, de pómulos prominentes y unos hermosos ojos negros, los mismos que había heredado a Gintare; lo que al doctor le parecía extraño era que nunca quiso decir quién era el padre de las niñas y además nadie la acompañaba a los controles médicos.
- Sería bueno que alguien te acompañe de vez en cuando, – dijo el doctor – siempre he creído que una pena compartida es mitad pena y una alegría compartida es doble alegría
- No puedo decirle esto a mi madre –dijo Alma–
- ¿Porqué?, ya tienes 30 años Alma, puedes hacer con tu vida lo que quieras
- La vida es solo un estado corpóreo de un alma, mi vida no es lo que imaginas, y no puedo hablar con mi madre, te pido por favor no me preguntes más, ya lo sabrás todo, pero a su tiempo
Alma siempre demostraba una tranquilidad que lo asustaba, parecía que nada la atormentaba, nunca la vio siquiera meditar sobre el tremendo cambio que ser madre traería a su vida, ella actuaba como si estuviera absolutamente en paz, como si estuviera lista para dejar el mundo en cualquier momento; esto último era a lo que más temía el doctor, temía la muerte de ella, temía en el mejor de los casos que muriera en el parto, y en el peor de ellos, que se quitara la vida; pero ese temor se le esfumaba cuando observaba la seguridad de esa extraña mujer.
- Entonces tendré que controlarte periódicamente –dijo el doctor con una voz calma y tratando de preocuparla para poder contarle más detalles de lo que había visto–
- Bueno –respondió escuetamente la futura madre en un tono parecido a la indiferencia y sin siquiera cuestionarse el porqué–
- Está bien, –dijo el doctor– respeto tu decisión, pero si algo anda mal, te contaré todo. ¿de acuerdo?
- No es necesario que me cuestes, ya lo sé todo
- ¿Cómo todo?, ¿Fuiste a otro doctor?
- No, solo lo sentí desde comienzo, fue una sensación casi premonitoria, pero me siento tranquila, sin temor, sin miedo
- No tienes nada que temer, todo está bien, ni te imaginas
- No me lo imagino, pero lo sé
- Mira, –dijo el doctor anotando algo sobre un pequeño papel blanco– si tienes cualquier duda, pregunta, te sientes mal o cualquier cosa, llámame, ese es mi celular, –le dijo el doctor extendiéndole el papel sobre el que había escrito el número– no lo pierdas por nada del mundo
- ¿puedo llamarte a cualquier hora?
- Siempre lo tengo encendido, llama a la hora que quieras
En la sala de parto, estaba todo en orden, el monitor en funcionamiento, los utensilios listos, la arsenalera preparada y la futura madre esperaba tranquila mirando el reflejo de su rostro en la lámpara que iluminaba la sala. Los doctores conversaban cotidianidades de la vida; del futbol del fin de semana, del clima, cuando se oye la voz de la futura madre…
- ¿Por qué hacen eso? –preguntó –
- ¿Hacer qué? –replicó el doctor–
- Eso, quieren distraerme hablando cosas sin importancia, ¿es para que no me asuste?
Los doctores se miraron cómplices, era evidente que no era necesario calmarla porque en el solo hecho de estar en presencia de esa mujer se podía sentir la calma en el aire, el ambiente era liviano, era como entrar en un templo solemne, inspiraba muchísima calma, su mirada era tan profunda y serena que podría hacer dormir a un niño con solo hablarle, parecía verse casi transparente.
El doctor recordó que un tiempo atrás, en uno de los controles…
- Hola Alma, ¿Cómo has estado? –preguntó el doctor–
- Me siento un poco débil
- Es normal, tu vientre está creciendo mucho y el resto de tus órganos tienen menos espacio para ubicarse, especialmente el estóma…
- No es esa debilidad, –lo interrumpió– es como si estuviera desapareciendo, en ocasiones siento que me desvanezco, como si no existiese.
El doctor la miró a los ojos por unos instantes, mientras buscaba una respuesta a esa extraña descripción.
- Podría ser anemia… –dijo el doctor con un tono de inseguridad
- No es anemia, –replico la mujer– es otra cosa, es como si me estuviera absorbiendo desde dentro, como si estuviera muriendo y naciendo a la vez, es algo extraño, no siento mi cuerpo.
Luego que Alma dio a luz a Gintare y cuando el doctor se acercó a ella para mostrarle la niña, se dio cuenta que algo andaba mal, la piel de Alma se había puesto transparente y parecía que estaba llena de agua en lugar de sangre y huesos.
- Tenemos que sacar la otra bebé –dijo apurado mientras entregaba a Gintare a la matrona
- ¿Qué pasa? – preguntó la matrona
- No lo sé, jamás había visto esto, se está desvaneciendo
- Le inyecto …
- ¡No!, –la interrumpió el doctor– está desapareciendo…saquemos la bebé rápido.
Los doctores trabajaron rápido, debieron practicar una cesárea, habían transcurrido solo 15 minutos desde el nacimiento de Gintare, al cortar con el bisturí sobre el vientre de Alma, los doctores quedaron pasmados, hubo un silencio aterrador, Alma no sangraba, era como cortar el aire, se estaba desvaneciendo, se podía ver a la bebé que debía llegar al mundo, el equipo médico indicaba que no había latidos de corazón; sin embargo, Alma seguía mirando su rostro en el reflejo de la lámpara y cada ciertos instantes se le podía ver en el rostro una tranquila sonrisa, de pronto el doctor sacó la segunda bebé.
Al ver a su segunda hija, la madre esbozó un suspiro con el poco de aliento que le quedaba, su aspecto era sumamente extraño, estaba casi transparente, había luz en su cara y un asombroso silencio dentro de la sala que era interrumpido solo por los ya sollozos de las gemelas, y mientras el reloj mural marcaba las 11:11…
- Mi Gabriela –dijo finalmente Alma, frente al asombro de todos al ver como se desvanecía en el aire como si jamás hubiese existido, como si todo hubiese sido un sueño, las sábanas quedaron arrugadas sobre la camilla siendo el único vestigio mudo de la presencia terrenal de Alma …
Justo en ese instante, el doctor miró re reojo la puerta de la sala y pudo ver claramente una adolecente pelirroja, de rasgos similares a la recién desaparecida Alma, mirándolo y sonriéndole tranquilamente
- ¿Vieron eso? – pregunto, pero al mirar nuevamente la niña ya no estaba |