EL PAGO DE ÚRSULA
(Narración-Guión)
1.
- Jamás pienses en mí, te hará mal.
- Eso tú no lo sabes, no hables por el futuro.
- Bueno, tómalo como quieras, pero yo sé de lo que hablo.
- Olvida tus consejos y termina, por favor.
El director gritó “¡queda!” La tensión en el foro inmediatamente disminuyó. Un par de camarógrafos fueron interceptados por un joven editor y se marcharon juntos de la locación. Otros aparecieron como de la nada; eran unos muchachos vestidos de overol que con poco esfuerzo fueron desmontando la ficticia habitación de hotel, que horas antes habían dejado lista para las grabaciones del cortometraje. “Ahora, preparémonos para la escena en el café, el reencuentro”, recomendó el director. A y B se miraron, sonrieron, sabían que su desempeño era óptimo. Ya en los vestidores A, que es una mujer madura, pensaba en lo interesante de desarrollar el papel encomendado; en el dinero que recibiría el viernes; en el viaje a Venezuela para visitar a su hija. Por su parte B, se regodeaba de encubrir sus besos por segunda vez como si fueran trabajo profesional, de haber podido introducir la lengua en la tibia cavidad de A, de sentir cierto estremecimiento al estar encima de ella.
- ¿Vas por Javier Prado? –preguntó A al salir.
- Hoy tengo tiempo libre, puedo ir por ahí, si quieres –respondió alegremente B.
Era más bonita sin la peluca lacia que imponía la caracterización del personaje. Su rostro más expresivo, libre de la acentuación de las horribles patas de gallo con que se transformaba en una mujer de más edad. Sus manos lucían sortijas de plata, ningún anillo de casamiento o compromiso.
- Oye, ¿qué piensas de Porras?, ¿está de mejor ánimo o es mi idea?
- Ya está mejor, la semana pasada parecía que el mundo se acababa porque Fabiana lo plantó.
- En parte bien, ¿no?, de lo contrario no me hubiera requerido.
- Claro, la mayoría prefiere trabajar contigo. Hay más química. Se sabe que Fabiana es una diva frustrada y tú una diva modesta.
- No hagas bromas, por favor, nadie te lo creería.
B, de cuando en cuando, lanzaba miradas prolongadas sobre A, deteniéndose en su cuello, en su escote.
- Allá, frente al centro comercial, me quedo. Gracias.
- Hasta mañana, entonces. Nos vemos en los ensayos.
2.
El lugar tiene mesas afuera. Si uno desea puede ingresar o quedarse a acompañar el café con un cigarrillo, sin causar molestias, en la acera poco transitada de aquella calle. Los extras en realidad no son tales, son público común y corriente que encuentra divertido participar de improviso en una filmación. Todo está listó. La gente de producción se ha esmerado, todo marcha como un reloj: preciso.
- Esto no puede seguir. Te lo pido, ya no debemos vernos.
- No tengas miedo. La gira por Asia durará una semana más.
- Si, pero no es correcto.
- No me hables de lo que es correcto y no, por favor.
La cámara se centra ahora en el rostro burlón de Raúl, interpretado por B, un talentoso y novel actor. Úrsula, es la segunda esposa del padre de Raúl. Una mujer que en los últimos meses no ha podido capear la soledad que le impone la recargada agenda de viajes de su marido, por ser el Ministro de Comercio. Fijándose en la discreción y buenos modales del efectivo militar destinado al resguardo domiciliario, Úrsula lo ha seducido, convirtiéndolo en su ocasional amante; y esto es algo que ha descubierto Raúl. A, que es una actriz elegante y experimentada, encarna acertadamente a la dama del rodaje, haciendo verosímil la historia. Se abre ahora la toma a un plano medio, un giro entorno a ellos para hacer que la cámara quede en primer plano, apuntándole. Úrsula asiente con remordimiento; se lleva a los labios la taza de café y apenas da un sorbo.
- Está bien, pero será la última vez, Raúl, no me importan tus amenazas, esto es lo último que hago por salvar mi matrimonio y, sobre todo, librar de un escándalo a tu padre.
- No estoy muy convencido, has demostrado ser de lo peor.
- No te permito que me juzgues. ¿Quién te crees?
- Sólo quiero que reconozcas que eres una cualquiera, que te acuestas con el capitancito ése.
- No metas a Rodrigo en esto. Si alguien tiene que pagar, ésa soy yo.
- Estás a tiempo, nadie se enterará, sólo debes rendirte a mí… ¿Lo reconoces? ¿Lo admites?
- Si, maldita sea, me dejé llevar. Estuvo mal. Comprometí a un oficial digno. Actué llevada por la soledad, por la falta de…
- ¡Silencio! Eso no importa, Úrsula. Acabemos, vamos al hotel.
“¡Queda!” Algunos aplausos dan inicio a una breve ovación. Es A quien suscita este alboroto. Más gente la ha reconocido y la actriz les reconoce el detalle extendiendo la mano a quienes están más cerca. Luego, A y B posan para las cámaras de curiosos, firman autógrafos, parecen divertirse. Los auxiliares van dispersando a los nuevos entrometidos y el lugar retorna a su habitual calma. Producción imparte órdenes. Porras se les acerca cuando termina de visualizar las imágenes complementarias. “Los felicito, realmente han logrado la escena, yo la había pensado así: cargada de emociones, con las expresiones cuajadas en las miradas, los gestos contundentes y el diálogo muy bien llevado”. Porras los abraza, se despide de ellos. Esta vez A trajo su auto, no necesita de aventón, ni de miradas sugestivas. B, sin rendirse, la queda viendo, observa lo ceñido que está el pantalón a su cuerpo, lo bien que le queda la chaqueta de cuero; le dan ganas de repetir las escenas íntimas, pero sabe bien que éstas no se repetirán, pues sólo falta grabar el desenlace. B se despide con un beso volado, piensa que quizás A no sea tan inalcanzable.
3.
Por la mente de Úrsula, en ningún momento cruzó la posibilidad de que Raúl no cumpliera con su trato. Sabía que había empeorado las cosas al ceder al chantaje sexual del hijastro, pero creía imposible que la verdad salga a la luz, mucho menos en el entorno marital.
Primerísimo primer plano: Úrsula, su rostro, sus lágrimas. De fondo se oyen los gemidos, producto de los encuentros con Raúl. Se intercalan imágenes un poco distorsionadas. Su marido sosteniendo una carta anónima, iracundo tras escuchar un editado audio donde constan las confesiones adulteras de su mujer. Los golpes que no le duelen más que la vergüenza a una Úrsula que lo pierde todo. Otra vez los gemidos suyos invadiéndola. Se abre la toma a un plano general, para verla abandonar la casa con una maleta pequeña. Un taxi la aguarda. Ella se coloca unas gafas y emprende la retirada.
Gran plano general: Avanza el taxi por calles, es un recorrido acompañado de música, de recuerdos. Ella y su cara de felicidad, bailando con el Ministro. Ella siendo cortejada, una invitación y otra. Un viaje a Punta Sal, una gira de promoción por Europa. Por fin el sí, la convivencia, el luchado divorcio, el inmediato matrimonio. Rodrigo, el buen Rodrigo, sus bigotes, sus tiernas caricias.
Primer plano: Suena el celular. Úrsula ignora la llamada por dos razones, por desconocer el número y porque sólo tiene fuerzas para llorar. Sin embargo, alguien insiste en ser atendido. Contesta sin ningún interés.
- ¿Diga?
- Nunca, nunca debiste usurpar el lugar de mi madre. Quien la hace la paga.
Úrsula prefiere creer que es una llamada equivocada, un mensaje que no le corresponde. Quisiera olvidarse de Raúl, del Ministro, de Rodrigo. Llora, apretando fuertemente el botón de apagar.
FIN.
22 de Mayo de 2007.
Carlos Enrique Vargas Mera.
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